“La región padece la dolencia crónica de un gobierno inefectivo en el ámbito local, regional y central”.
Cada hora cuenta y el dengue parece llevarle la delantera a Piura. Con más de 50 mil casos confirmados por esta enfermedad y sobrepasando los 60 fallecidos, la región no deja de padecer las acciones improvisadas, aisladas y tardías de un gobierno pasivo ante un panorama sobreadvertido con todas las luces de alerta posibles.
Pero no es la primera vez que Piura se enferma este año. La región padece la dolencia crónica de un gobierno inefectivo en el ámbito local, regional y central, período tras período.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la incidencia del dengue se ha multiplicado por 30 en los últimos 50 años. Y después de un período de lluvias incesantes como el de este año, es hasta increíble que la prevención epidemiológica no haya sido prioridad para la región y actuado de manera efectiva para evitar esta nueva tragedia. Pero ya es tarde lamentarnos por esto.
Ante la inminente llegada de un nuevo período del fenómeno de El Niño, estamos más que advertidos de que el panorama se repetirá. Piura es una zona en la que siempre habrá dengue. Volvamos a la raíz del problema. ¿Cómo evitamos que se reproduzca más el dengue?
Todos conocemos las medidas preventivas: eliminar de los recipientes el agua estancada, el uso incesante de repelentes de mosquitos, la instalación de mosquiteros en puertas y ventanas. Las campañas para crear conciencia de la enfermedad e iniciativas de limpieza comunitaria también son vitales para involucrar a la población en la lucha contra el dengue.
No obstante, la prevención por sí sola no es suficiente. El control vectorial debió ser otra estrategia fundamental para reducir la propagación del dengue. Pero tampoco se ha cumplido en la región ni en el ámbito nacional. Ahora mismo deberíamos saber a cuánto subirá la curva de proliferación de esta enfermedad en las próximas semanas.
Sacar a la ministra no es la solución, pero sí ayudará. Rosa Gutiérrez no reconoce este desborde, sino que vive en un mundo paralelo a la realidad piurana. Para resolver un problema, primero debemos reconocerlo, señora ministra, y lo mejor es que deje el cargo que le ha quedado muy grande.
El llamado es a la cabeza de la nación, a nuestra presidenta, para evaluar y designar a una persona competente, ágil y estratégica que al menos ayude a mitigar el impacto de una incansable enfermedad que se cobra más vidas cada día que pasa. La persona que asuma el cargo deberá conocer qué acciones sí han funcionado en otras regiones que padecen esta epidemia para repetirlas de inmediato. Estar un paso adelante y no siempre atrás.
La indolencia del Estado ha sido comprobada innumerables veces en nuestra región. Nadie nos va a responder por las decenas de muertes en Piura ni por el centenar de fallecidos en el ámbito nacional.
Evitemos que el dengue siga conversando con la muerte.
“Si se quiere promover una cultura preventiva contra el dengue, debemos recordar que la confrontación no genera colaboración”.
Cuando en 1999 el grupo de pop argentino La Mosca Tsé Tsé estrenaba su canción “Para no verte más” dejaba en claro un mensaje: la soledad es un cáncer que tiene el poder de acabar con la sociedad. Esta afirmación no solo podría ser explicada teóricamente por expertos sociólogos, sino que, en la vida real, los peruanos tenemos ejemplos de sobra para demostrar que, en soledad, sin ayuda, ni colaboración, no se podrían obtener resultados en favor del bien común.
Abandonar la soledad para entrar en el terreno de la colaboración tiene un requisito: comprender la realidad de los otros, los futuros colaboradores, y a partir de sus propios contextos sumarlos a un proyecto participativo. Por el contrario, si se quiere trabajar unilateralmente y aun así contar con el apoyo de los demás, se propiciará una colaboración obligada, mediante un castigo, que podría convertir a los potenciales colaboradores también en potenciales antagonistas.
La campaña de fumigación por el dengue en Piura es un buen ejemplo de esto último. Las autoridades piuranas, en legítimo ejercicio de sus funciones, le han recordado a la población que harán cumplir la ordenanza municipal 035-2008 C/CPP, multando a las personas con S/742 si no dan facilidades a los fumigadores en el ingreso a sus hogares. Aunque la normativa tiene cierto sentido, también sabemos que no alcanza a valorar todos los matices posibles: personas enfermas que deben descansar, ancianos postrados sin posibilidad de moverse, la presencia de neonatos y un sinnúmero de circunstancias particulares.
Si bien la medida es legal, hay una consecuencia social no valorada: enfrenta a las autoridades con la población, una situación poco estratégica en un contexto donde no hay recursos logísticos suficientes para erradicar a los zancudos y donde las autoridades necesitan de sus vecinos. Ya la gestión de la pandemia por el COVID-19 nos enseñó que trabajar de espaldas a la sociedad, empleando medidas prohibitivas, no da buenos resultados en el largo plazo (el Perú fue el país con más muertos por cada 100.000 habitantes).
La crisis sanitaria por el dengue es la consecuencia de un período de lluvias no previsto, con lo que, si ya nuestro sistema sanitario era deficiente, esta situación terminó por desnudar los agudos problemas del sector. En este contexto, las autoridades bien podrían ver a los ciudadanos como aliados y no como adversarios. Por mencionar un ejemplo, las lluvias han ocasionado que los parques estén llenos de maleza que alberga zancudos. Las autoridades no tienen la logística necesaria para hacer la limpieza de todas las zonas, pero tampoco se evidencia un plan articulado donde se pida ayuda a la propia comunidad para limpiar estos lugares.
Si se quiere promover una cultura preventiva contra el dengue, debemos recordar que la confrontación no genera colaboración. Las personas necesitan datos útiles, rutas de actuación y mensajes positivos que los hagan sentir parte de la solución y no del problema. Solo así se entenderá que luchar contra el dengue es tarea de todos.