“Tener depresión no es una señal de debilidad o un motivo para avergonzarse”.
La depresión es una de las condiciones de salud mental más prevalentes y debilitantes en nuestro país y en el mundo. Según la OMS, representa la principal causa de problemas de salud y discapacidad en el mundo. Suele desencadenarse por situaciones traumáticas, experiencias de pérdida o muerte, fracasos, vivencias de maltrato y abuso, problemas económicos, conflictos interpersonales, entre otros.
La persona que la padece presenta una tristeza persistente y pérdida de interés para involucrarse en actividades placenteras y gratificantes; así como pensamientos de carácter negativo y pesimista, de desvalorización personal, una dificultad para afrontar la adversidad, falta de energía, alteraciones en el sueño, apetito y concentración. Lamentablemente, muchas veces se convierte en un problema serio cuando la persona no recibe la ayuda que necesita, lo que conlleva a un empeoramiento de sus síntomas y de su calidad de vida.
El riesgo más importante que se asocia a la depresión es el suicidio, principalmente motivado por esta. Es importante tomar consciencia de que muchas personas podrían estar experimentando depresión y no estar accediendo al tratamiento necesario. La falta de comprensión sobre la depresión o una subestimación de esta pueden ser factores que alejen a una persona de buscar tratamiento. El estigma con respecto a los problemas de salud mental es un factor no menos importante que conduce a sentimientos de vergüenza que alejan a la persona de buscar ayuda. Es importante concientizar a la población de que experimentar depresión no es una señal de debilidad o un motivo para sentirse avergonzados. Se precisa hablar naturalmente de ello y acercarnos a las personas que podrían estarlo padeciendo para ofrecerles la ayuda que necesitan. Así como la personas no suelen definirse a partir de una enfermedad física, las enfermedades mentales tampoco nos definen o son un indicador de debilidad.
Sabemos que la pandemia del COVID-19 ha agravado los problemas de salud mental a nivel mundial. En nuestro país, hubo un incremento del 12% de casos de personas con relación a la etapa prepandemia. Es importante saber que existen tratamientos basados en evidencia para tratarla y que en algunos casos se sugiere combinar la terapia psicológica con el tratamiento farmacológico. Dentro de los tratamientos con apoyo empírico está la psicoterapia cognitivo-conductual.
Los psicólogos clínicos y psiquiatras con formación cognitivo-conductual son los profesionales idóneos para atender con eficacia esta problemática. Con el tratamiento adecuado la persona es capaz de comprender su depresión, identificar aquellos pensamientos de autocrítica y desvalorización que la mantienen y reemplazarlos por pensamientos más realistas. Asimismo, son objetivos importantes retomar las actividades que permitan a la persona volver a experimentar sentimientos de placer y gratificación en su vida, trabajar en su autocuidado, la resolución de problemas o conflictos y el acercamiento a sus relaciones significativas, muchas veces dejadas de lado por la soledad que suele acompañar a esta misma enfermedad.
“La pandemia del COVID-19 ha mostrado cuán vulnerables somos”.
Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es la depresión, que afecta a personas de distintas edades y de todas las clases sociales. Suele manifestarse mediante la tristeza, la disminución de la capacidad para sentir alegría o placer, el cansancio, los problemas de sueño (dormir poco o en exceso), el aislamiento, las dificultades para concentrarse, llorar con facilidad o “estar muy sensible”. Con ella aparecen recuerdos asociados a la culpa (por algo que se hizo y se debió de hacer mejor o por lo que se dejó de hacer), a veces ideas de inutilidad que pueden llevar a dejar de hacer actividades porque se anticipa fracaso o dolor.
En situaciones extremas, la persona deja de involucrarse con sus seres queridos, se aísla y va tomando distancia de sus emociones placenteras y de la vida misma, menciona que “no ve un futuro” o piensa que “ningún esfuerzo es suficiente” y es aquí donde las ideas de muerte se hacen más intensas.
Todos en algún momento de nuestra vida experimentamos tristeza; sin embargo, hablamos de depresión cuando esta tristeza va acompañada de varias de las conductas mencionadas y cuando limita nuestras metas. Esta enfermedad puede pasar desapercibida porque, en lugar de tristeza, hay irritabilidad, cólera o poca paciencia. No obstante, no podemos ignorar este síntoma.
Las causas de la depresión pueden ser identificables (como la muerte de un ser querido o los problemas económicos), pero también puede deberse a factores biológicos (por ejemplo, las familias con una alta vulnerabilidad hacia ella).
Por otro lado, en un intento de búsqueda de alivio para la soledad, la tristeza o la desesperanza, muchas personas se involucran en comportamientos aún más dañinos, como el consumo de alcohol, la cocaína, el juego patológico o la adicción a las redes sociales.
La unión entre el alcohol y la depresión es muy conocida desde hace muchísimas décadas. Hay un refrán popular que lo ejemplifica: “la gente bebe para olvidar las penas, pero olvida que las penas son grandes nadadoras”. Por eso, cuando una persona busca ayuda por alcoholismo, se trabaja en las causas de su adicción y allí, muchas veces, la depresión ocupa el primer lugar. Recordemos que el alcohol en dosis mayores deprime, por lo que cuando una persona con depresión ingiere alcohol no hace otra cosa que aumentar su tristeza.
Otro problema asociado a la depresión es la ludopatía. Aquí encontramos tres grupos definidos: mujeres de tercera edad con los tragamonedas, varones adultos con las apuestas y adolescentes con los videojuegos. Pero, ¿qué lleva a alguien a jugar si al final se pierde tanto tiempo y dinero? ¿Por qué hacerlo si las deudas incrementan cada vez más? Las personas juegan para disminuir la depresión, la tristeza y la soledad, buscan ser parte de un grupo, uno que comparta la alegría intermitente de ganar y un ambiente con música alegre en el que la comida y los tragos sean gratuitos e ilimitados.
La pandemia del COVID-19 ha mostrado cuán vulnerables somos. Es importante identificar lo que tenemos que cambiar y buscar la ayuda psicológica y/o psiquiátrica necesaria.