La carta de Almagro, por Daniel Parodi Revoredo
La carta de Almagro, por Daniel Parodi Revoredo
Daniel Parodi Revoredo

Los escándalos mediáticos alrededor del entorno presidencial nos impiden involucrarnos más en los debates políticos que atañen a la región. Uno muy relevante se ha producido la semana pasada, cuando , secretario general de la , sorprendió al continente con una contundente réplica a una carta del líder oficialista venezolano Elías Jaua.

En su misiva, Jaua cuestiona la supuesta intromisión de Almagro en los asuntos de su país y criminaliza a la oposición tildándola de terrorista y represora. La descalificación del contrario es un lugar común del chavismo, pero no lo es la respuesta de Almagro que podría inaugurar una nueva etapa en el devenir de la OEA, tan venida a menos por su reiterado mutismo ante las flagrantes transgresiones de sus principios democráticos por parte de varios de sus países miembros.   

Almagro le ha respondido a Jaua que la democracia es el gobierno de las mayorías junto con las minorías. Sobre ese argumento justificó su reunión con el opositor Henrique Capriles, tanto como su exigencia al gobierno de Nicolás Maduro de exhibir ante la comunidad internacional la sentencia contra , cuyos contenidos mantiene en reserva. 

Siempre en esa línea, Almagro ha defendido su interés por observar las próximas elecciones parlamentarias de Venezuela, respondiendo a un pedido de los opositores al régimen.

La carta de Almagro puede modificar la correlación de fuerzas en el escenario político de la región, hasta hace poco caracterizado por el dominio chavista de casi todos sus foros multilaterales con excepción de la Alianza del Pacífico. De ahora en adelante, es posible que los principios democráticos, republicanos e institucionales de la OEA prevalezcan sobre el de la no intervención, repetido pretexto para tantas abstenciones.

Por otro lado, que este cambio de rumbo provenga de un líder representativo de la izquierda rioplatense actualiza el debate sobre el necesario replanteamiento de las corrientes progresistas regionales a base del respeto a las instituciones republicanas como punto de partida para cualquier propuesta reformista. De hecho, la carta de Almagro resuena en nuestro país cuando más de un precandidato presidencial no ha sabido deslindar de las violaciones de los derechos humanos y políticos en la tierra de Bolívar.

Sin embargo, no es la hora de rasgarse las vestiduras. En su réplica, Almagro cita a la jueza uruguaya Mariana Mota cuando dice: “Las democracias no aseguran por sí solas que estas discriminaciones se superen sino que solamente habilitan ámbitos para que se puedan abordar esas inequidades y trabajar para superarlas”. 

Los estándares democráticos de Venezuela son bajísimos, pero es evidente que una república de institucionalidad precaria como la nuestra no garantiza los derechos humanos y las libertades civiles. Por el contrario, es el pretexto perfecto para aventuras políticas como la que actualmente padecemos. En la medida que fortalezcamos más la democracia regional, menos expuestos estaremos a la amenaza autoritaria, de izquierda o derecha, que aún hoy se ciñe sobre América Latina.