En mi primer año de universidad, empecé a trabajar como periodista en el periódico “Avdet”, que cubría la vida de uno de los pueblos originarios de Ucrania: los tártaros de Crimea. Allí es donde conocí y me hice amigo de Nariman Dzhelyal, el comentarista político del diario y un referente intelectual y ético durante mi época universitaria. Podíamos pasarnos las tardes enteras hablando de libros y películas, discutiendo sobre la política local o asando carne juntos en un picnic. Es decir, podíamos hacer todo lo que normalmente hacen dos amigos.
Para Nariman, al igual que para mí, la guerra ruso-ucraniana comenzó en febrero del 2014 con la ocupación temporal de nuestra patria: Crimea. Por aquel entonces, mis amigos y yo fundamos una organización para la defensa de los derechos humanos en Kiev, que empezó a ayudar a los habitantes de la península. Nariman continuó con su activismo en calidad de jefe adjunto del Consejo del Pueblo Tártaro de Crimea (también conocido como Mejlis), y se convirtió en la voz más potente del pueblo tártaro de Crimea en la península ocupada.
La última vez que vi a Nariman fue el 23 de agosto del 2021, cuando él vino a Kiev para participar en la Cumbre de la Plataforma de Crimea. Cuando regresó a su casa en Crimea, las fuerzas de seguridad rusas (FSB) irrumpieron de madrugada armadas hasta los dientes mientras su esposa y sus cuatro hijos pequeños dormían plácidamente. Detuvieron a Nariman y se lo llevaron a un lugar desconocido, donde lo mantuvieron esposado y con un saco puesto en la cabeza.
Solo al día siguiente, su esposa, Levisa, se enteró de que Nariman estaba en un centro de detención del FSB. Las autoridades rusas presentaron la acusación absurda contra Nariman y los dos hermanos Ajtemov de llevar a cabo la voladura del gasoducto en uno de los pueblos de Crimea el 23 de agosto: ¡justo el día que Nariman se encontraba en la Cumbre en Kiev! El tribunal de las autoridades de ocupación de Crimea condenó a Nariman Dzhelyal a 17 años de prisión.
Actualmente, hay unos 186 presos políticos de Crimea como Nariman en las cárceles de Crimea y Rusia, la mayoría de ellos tártaros de Crimea. El objetivo principal de Rusia es la recolonización de la península. ¿Por qué se trata de una recolonización? Porque solo en los últimos 240 años Rusia intentó varias veces convertir Crimea en una península rusa de forma artificial, y en todas las ocasiones reprimió a sus habitantes autóctonos. Como en el terrible genocidio del pueblo tártaro de Crimea de 1944, cuando las autoridades soviéticas deportaron a todos los tártaros de Crimea a Asia Central y Siberia, lo que causó la muerte de casi la mitad de su población.
De ahí que tanto Nariman como yo naciéramos en Uzbekistán y solo con la llegada de la independencia de Ucrania nuestras familias obtuvieran el derecho de regresar a nuestra tierra natal. Hoy la población está siendo reemplazada de nuevo y nuestras familias obligadas a emigrar, mientras que se ha emplazado a 800.000 nuevos colonos de Rusia en la península: una tercera parte de la población total de Crimea.
La actual ocupación de la península no solo la ha convertido en una base militar rusa, desde donde lanza misiles contra el resto de los territorios de Ucrania, sino que también intenta movilizar por la fuerza a sus habitantes para incorporarlos a su ejército: una vulneración del derecho internacional humanitario. Además, trata de militarizar la conciencia de las personas. De allí que las organizaciones paramilitares (como Yunarmiya) sean tan activas en los colegios de la península, fomentando el culto al ejército ruso y a la guerra, y formando un imaginario sobre Ucrania y los tártaros de Crimea como enemigos.
Otra manifestación de la colonización rusa es la destrucción de la identidad y las instituciones nacionales tártaras de Crimea. En el 2016, las autoridades de ocupación rusa de Crimea prohibieron el Mejlis y lo declararon una organización extremista. La verdadera razón de su prohibición es su postura pública sobre la ilegalidad de la ocupación de Crimea y el apoyo a la integridad territorial de Ucrania. A los medios de comunicación independientes les pasó lo mismo. Estando bajo presión, los canales de televisión y periódicos se vieron obligados a cerrar o trasladarse a Kiev, y los periodistas independientes se convirtieron en objeto de represión constante.
En paralelo, se produce una limpieza sistemática del patrimonio de los tártaros de Crimea. Un ejemplo es la destrucción intencionada del Palacio del Janato en Bajchysaráy, un objeto único de arquitectura del siglo XVI y el símbolo de la identidad de los tártaros de Crimea. O la eliminación del aprendizaje del idioma tártaro de Crimea en los colegios, lo que puede causae su desaparición según la Unesco.
Durante estos diez años, los tártaros de Crimea han luchado por su derecho a la dignidad y la libertad en la península, a pesar de la máquina de represión rusa. En ese tiempo, las autoridades rusas enviaron a Nariman Dzhelyal a Siberia, a más de 5.000 kilómetros de su familia. Esa distancia le hace prácticamente imposible ver a su esposa e hijos, una presión psicológica adicional. Hoy su esposa Leviza me ha escrito que Nariman está agotado, pero no está roto.
Así es como están también el pueblo tártaro de Crimea y Ucrania.