Es indudable que hemos avanzado en implementar instrumentos para desarrollar la ciencia, tecnología e innovación (CTI) en el Perú. Se han creado nuevas convocatorias para proyectos de investigación en ciencia básica y aplicada, para formar recurso humano en CTI, y se ha trabajado para promover el desarrollo de investigación por parte de las empresas, buscando elevar la calidad de los proyectos.
Esto no debe detenerse, pero, además, las próximas elecciones deben brindarnos la oportunidad de avanzar en el uso de la evidencia para establecer políticas de mejora en áreas críticas para el desarrollo del Perú, desde el manejo ambiental y territorial, hasta el económico, social, etc. El nuevo gobierno debe promover un diálogo entre las entidades responsables de las políticas públicas en CTI y la comunidad científica.
Estas elecciones nos dan una nueva oportunidad de acercar más a los políticos a la cultura científica. Ambos mundos viven pensando permanentemente en la mejor manera de hacer las cosas, pero es indispensable unirlos. No se trata de que la CTI sea prescriptiva, pero sí debe ser políticamente relevante en todas las áreas críticas para el progreso nacional.
No hablar hoy el lenguaje de la CTI implica estar desconectado del mundo, pues este sí habla el idioma de la ciencia. De hecho, en países desarrollados, ciencia y política resuelven temas relacionados con desastres militares, degradación del ambiente, nuevas tecnologías como seguridad informática, seguridad biológica y otros.
La contribución y activismo en este diálogo debe ser permanente, pues es la investigación científica y social la que aportará la evidencia y la información adecuadas para poder responder y actuar frente a todos estos retos. Un ejemplo de la necesidad de esta aproximación es la cuestión de los transgénicos.
La combinación genética que se da naturalmente en el ambiente se puede dar también en el laboratorio, generando posibilidades infinitas de combinaciones. A la vuelta de la esquina podremos generar bacterias que produzcan vacunas, o algas que conviertan el gas carbónico en biocombustible. También podríamos generar, por cierto, peligrosos mutantes, por lo que el avance de la ciencia generará siempre controversia, como ha ocurrido y ocurre con la moratoria a la llegada de los transgénicos al Perú.
Esta controversia se debe, en parte, al temor a lo desconocido y también a la desconfianza en nuestros sistemas de regulación y vigilancia. Por ello, es indispensable incorporar a la ciencia en el análisis de temas que pertenecen al ámbito científico, por ejemplo, a través de la opinión de universidades que realizan investigación y del dictamen de las academias y universidades agrarias, de medicina y de ciencias del mundo, muchas de las cuales ya se han pronunciado sobre el tema.
Estas basan sus juicios en evidencia, son cautelosas, y no fundamentalistas, y lo que proponen es sistematizar y normar el uso de los organismos y plantas genéticamente modificadas, pero sin renunciar a priori a los beneficios de la ciencia. Así como en este tema, debemos incluir la evidencia científica en nuestras decisiones trascendentales, más aun cuando estas sean parte del desarrollo y de la agenda nacional.
Es importante que la sociedad confronte, comprenda y participe de los avances de la ciencia. Debe ser parte de adoptar o encarar, cuando sea el caso, asuntos como los ya mencionados: transgénicos, Internet de las cosas, la inteligencia artificial o las nuevas tecnologías de la medicina. El nuevo gobierno debe incorporar a la ciencia en su quehacer; ciencia y política deben trabajar de la mano, para basar sus decisiones en evidencia, pero también para avanzar en el desarrollo científico del Perú, buscando el mayor beneficio para toda la sociedad.