La pseudociencia es un amplio abanico de conocimientos que alguna vez fueron ciencia hasta que fueron refutados. La mayoría de las veces es presentada como científica sin ser compatible con la metodología científica. Por ello, no son más que creencias.
Por dar un ejemplo, la astrología sostiene que es posible determinar el carácter de las personas y hacer predicciones sobre cosas que no han ocurrido basándose en la interpretación de los eventos astronómicos. ¿Es posible que una constelación que está a años luz de nuestro planeta influya sobre la personalidad? Basándome en hechos fácticos, es absolutamente imposible; sin embargo, esta disciplina pseudocientífica cuenta con millones de adeptos en el mundo.
Sin perjuicio de ello, ¿es posible que para este gran grupo de personas que cree en la astrología pueda funcionar? Y, de ser así, ¿podría ser autosugestionado? El cerebro humano es capaz de interpretar sucesos desde diferentes perspectivas, por lo tanto, de distinguir lo que es real de lo que no lo es. Empero, hay personas que, en lugar de ello, prefieren aceptar descripciones genéricas basadas en razones que no son empíricas o interpretaciones irracionales a hechos inexplicables, como alguna relación causal entre un cierto astro y la personalidad de un ser humano.
Otro ejemplo de ello son los así llamados objetos voladores no identificados (Ovni o UFO por sus siglas en inglés). Estos han sido de gran interés por décadas y aún más desde que David Grusch y otros dos exmilitares declararan ante el Senado Estadounidense afirmando su existencia, su procedencia extraterrestre y el encubrimiento de estos de parte del gobierno. Frente a estas acusaciones, se decidió investigar los famosos videos y documentos referidos en la audiencia, solo para llegar a la conclusión de que no existían tales seres y naves espaciales extraterrestres en nuestro planeta. En efecto, tal como sabemos aquellos que conocemos –a nivel científico– sobre las dos sondas Voyager lanzadas en 1977, el disco dorado de Carl Sagan y las constantes señales enviadas al espacio, en todos estos años de búsqueda por el vasto universo, hasta la fecha jamás se ha hecho contacto con seres fuera de nuestro planeta.
En el 2005, Grant Devilly escribió que “el pensamiento pseudocientífico es la tendencia humana a buscar la confirmación en lugar de la refutación”. Es de esta manera que describe la pseudociencia como el apego del ser humano a ciertas “creencias irrefutables” y, por lo tanto, por propia definición, ajenas al método científico. Si bien filosóficamente hablando a lo largo de los años se han planteado diversos criterios para distinguir aquello que es ciencia de aquello que no lo es, hoy en día se tiene en claro que la ciencia permite describir la realidad a través de la investigación empírica.
A partir de esta definición se advierte una gran cantidad de “disciplinas” pseudocientíficas tales como el terraplanismo, las constelaciones familiares (ciertas vivencias familiares que son grabadas inconscientemente quedando memorizadas), las flores de Bach (mezcla de extractos de flores y brandy que no vienen a ser más que un efecto placebo), el suplemento mineral milagroso, el psicoanálisis, la reflexología, la terapia neural (esto es, la utilización de procaína en ciertos puntos con fines terapéuticos), terapia orto molecular, acupuntura (método para mitigar dolores colocando agujas en ciertos puntos bajo la creencia de que existen líneas de energía que cruzan el cuerpo humano) y métodos mágicos empleados habitualmente por los curanderos como la imposición de manos, la radiestesia, entre otras.
Volviendo al punto de partida: la pseudociencia, como un conjunto de creencias no refutables, no es más que una de las tantas formas que tiene el ser humano de presentar soluciones a ciertos asuntos que, más bien, deberían ser tratados bajo estrictos criterios metodológicos para determinar su falsabilidad.
Sin embargo, para aquellos que no están de acuerdo y han experimentado cambios al someterse a pseudoterapias o tienen otro tipo de creencias dentro de este marco, por supuesto, siempre se respeta su libertad de convicción. Lo que no se puede alegar, pues, es que existan buenas razones epistémicas para aceptarlas.