Por muchos años el Banco Mundial (BM) ha acompañado al Perú y a muchos otros países del globo en aquellos momentos difíciles en los que un desastre natural pone a prueba su institucionalidad, su resiliencia y su temple. A partir de esas experiencias internacionales, entre las que está el terremoto de Pisco en agosto del 2007, el Banco Mundial ha desarrollado a través del tiempo un marco efectivo de políticas de reducción de riesgos de desastre y cambio climático.
Con base en ese marco de políticas, en este corto texto llamamos la atención sobre cinco retos que, entre otros, el país enfrentará en el proceso de rehabilitación y reconstrucción de las zonas afectadas recientemente por los huaicos e inundaciones. Ellos son: entender el territorio, lograr consenso acerca de los cambios, planificar la reconstrucción, articular entre sectores y niveles de gobierno y, finalmente, asumir activamente la corresponsabilidad.
El número e intensidad de los huaicos que han ocurrido dejan una clara evidencia de la complejidad del sistema de drenaje natural entre la sierra y la costa. Estos fenómenos han ocurrido y volverán a ocurrir porque es la forma natural como se moldea la superficie terrestre. La estabilidad y la condición de las cuencas hidrográficas ya no son las mismas. Entender el territorio significa estudiar y comprender estos fenómenos como primer paso para asegurar que las intervenciones de reconstrucción no reconstruirán la misma vulnerabilidad. Japón es un país ejemplar en este sentido. Uno de los pilares centrales de su extraordinaria capacidad para reducir el riesgo de desastre es el aprendizaje sistemático y acumulado de los fenómenos naturales puesto al servicio de las decisiones de la intervención posdesastre.
Como señaló el presidente Pedro Pablo Kuczynski en una intervención reciente a la cadena CNN, el mayor desafío de la reconstrucción es corregir el “desorden” en el crecimiento urbano no planificado y ocupación de los cauces, la mala localización de la infraestructura, etc. Para ello se requieren cambios importantes, como introducir la planificación del uso del suelo, fortalecer la regulación ambiental y mecanismos de control, combatir el mercado negro de predios, controlar la ocupación ilegal de predios, reasentar familias en alto riesgo, entre muchos otros.
Todos esos cambios impactarán intereses en el nivel político, el sector privado y las mismas comunidades. De la experiencia global podemos afirmar que es necesario construir consenso entre los diferentes grupos de interés y para ello debemos abrir mecanismos de participación y resolución de conflictos, transparencia y rendición de cuentas.
Globalmente hay un acuerdo para entender la recuperación posdesastre como un proceso continuo que se inicia desde el momento mismo de la ocurrencia del desastre y que se refiere no solamente a la reposición de los activos físicos sino también a la recuperación de medios de vida de las comunidades afectadas. Así, es necesario avanzar en paralelo con la respuesta a la emergencia y con la planificación de la rehabilitación y reconstrucción. Este fue uno de los grandes vacíos en la reconstrucción del terremoto de Pisco, lo que derivó en atomización y desarticulación de intervenciones en su momento. Planificar la reconstrucción significa acometer desde ahora los estudios técnicos requeridos, coordinar y articular las evaluaciones sectoriales de daño, definir objetivos, principios y metas concretas en cada municipio, identificar necesidades de ajustes normativos e identificar necesidades de fortalecimiento de las unidades formuladoras de proyecto.
Por las características del desastre y el tipo de intervenciones que se llevarán a cabo, la coordinación entre los sectores y los gobiernos regionales y locales es aun más crítica para la reconstrucción. Por ejemplo, será necesario reponer y ampliar un número enorme de defensas ribereñas, canales y otras estructuras de manejo hidráulico de los cauces. Las competencias hoy para definir, formular e implementar este tipo de obras están repartidas entre los sectores y niveles de gobierno. Como no existen planes de manejo de cuencas hidrográficas, estas obras son definidas por cada sector o gobierno separadamente. Si aprendemos de la experiencia de Holanda para el control sostenible de inundaciones, será necesario definir una estrategia de intervención integral por cuenca hidrográfica y a partir de ella definir planes de intervención articulados.
Finalmente, el mensaje más importante: el proceso de rehabilitación y reconstrucción demanda no solo la actuación del gobierno sino también la participación corresponsable del sector privado y las comunidades afectadas y no afectadas. En tanto las personas afectadas tienen el derecho de ser sujetos activos de su propia recuperación, también tienen la responsabilidad de contribuir como ciudadanos en sus comunidades al logro de los objetivos de la reconstrucción.