Después de muchos años de rechazar las demandas del pueblo hongkonés para el sufragio universal genuino y otros derechos, China dejó en claro su posición nuevamente el martes, al aprobar una ley draconiana de seguridad nacional que dañará para siempre las libertades políticas de Hong Kong y obstaculizará sus relaciones económicas con el resto del mundo.
Hong Kong es una región administrativa especial de China. Sin embargo, la nueva ley fue propuesta, redactada y promulgada en Pekín.
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Entró en vigor el martes, tan pronto como se publicó, que también fue la primera vez que su contenido se lanzó al público.
La ley penaliza los actos de secesión, subversión, terrorismo y la “colusión con fuerzas extranjeras o externas para poner en peligro la seguridad nacional”. Algunos delitos en estas categorías son punibles con cadena perpetua. El daño a la propiedad por sí solo podría equivaler a terrorismo.
La ley prevalece sobre cualquier norma local que sea incompatible con ella. Se establecerá una Comisión de Seguridad Nacional en Hong Kong, junto con un asesor designado por Pekín, para supervisar su implementación. Su trabajo no se hará público, ni estará sujeto a revisión judicial.
Aunque se llama de “seguridad nacional”, el verdadero propósito de la ley es suprimir el movimiento prodemocrático de Hong Kong, que se ha vuelto más ruidoso en los últimos años a medida que la represión de Pekín aumentó, con algunos jóvenes pidiendo la independencia para la ciudad.
Algunos partidos políticos que China acusó previamente de promover el separatismo anunciaron de inmediato su disolución. Los hongkoneses son demasiado conscientes de la propensión de China a presentar cargos falsos contra sus opositores.
También lo son algunos gobiernos extranjeros. Pero incluso aquellos que simpatizan con la situación de Hong Kong hoy tienen cierta responsabilidad en el asunto.
Muchos parecen haber considerado los primeros 15 años después de que Gran Bretaña entregó Hong Kong a China en 1997 como la edad de oro de la semi-autonomía de la ciudad. Respaldaron el principio de “un país, dos sistemas”, presentado por el líder chino Deng Xiaoping en la década de 1980, y consagrado en la Ley Básica (la mini-constitución de Hong Kong) como un concepto que protegería la ciudad.
Según esta versión, el presidente Xi Jinping revirtió, e incluso traicionó, el plan de Deng Xiaoping.
Pero este es un pensamiento defectuoso. Y sería simplista pensar que China ha estado actuando de mala fe solo con Xi Jinping.
Deng apenas era un hombre de concesiones. A fines de la década de los 80, mientras China era débil, aconsejó repetidamente actuar con mansedumbre y esperar el momento adecuado. Sin embargo, incluso durante las negociaciones con Gran Bretaña para la devolución de Hong Kong, fue él quien insistió en que los soldados chinos deberían estar en la ciudad después de 1997, por consejo de algunos de sus principales funcionarios.
Hoy, Xi no está traicionando la visión de Deng para Hong Kong: solo la está llevando a lo que es, tres décadas después, su culminación natural y lógica.
La Ley Básica es un documento inherentemente cínico.
Fue clave para garantizar la transferencia fluida de la soberanía de Gran Bretaña porque parecía contener generosas garantías de China; en particular, las disposiciones que salvaguardaban las libertades políticas fundamentales de Hong Kong.
Pero muchos observadores en Hong Kong, incluidos algunos que ayudaron a redactar la Ley Básica, han sobrevalorado sus aparentes garantías, al tiempo que pasaban por alto el hecho de que muchas de ellas vienen con cláusulas o advertencias que pueden anularlas.
Así, China no está violando hoy la Ley Básica, ni en letra ni en espíritu. Solo está conectando diferentes puntos de ella. Este es el verdadero horror que acecha detrás de las concesiones originales.
En 1980, cuando los hongkoneses estaban preocupados por su futuro después de 1997, China jugó con las concesiones de la Ley Básica. Esta fue la primera etapa –la atractiva–, en un plan de dos fases para absorber a la ciudad.
La segunda etapa se está desarrollando hoy. Ahora que Hong Kong está bajo la mirada de soldados chinos acuartelados en la ciudad y de sus primos locales, la fuerza policial de Hong Kong (cada vez más violenta y politizada), Pekín está activando las cláusulas durmientes de la Ley Básica para preparar el lecho de muerte de la autonomía de la ciudad.
Los políticos occidentales, así como los miembros más antiguos del movimiento prodemocrático de Hong Kong, apenas han comenzado a darse cuenta de que durante tres décadas han estado leyendo incorrectamente la Ley Básica. Muchos activistas más jóvenes con los que me he encontrado en Hong Kong piensan de manera diferente. Culpan a sus antepasados por aceptar la Ley Básica y el principio de “un país, dos sistemas”. Para ellos, todo esto fue una estafa.
El miércoles, la policía hongkonesa informó sobre su primer arresto bajo el marco de la nueva ley de seguridad: el de un hombre con una pancarta que decía “Independencia para Hong Kong”.
–Glosado, traducido y editado–
© The New York Times