Claudia Chiroque

“Yo ya no quiero pertenecer a este que está de espaldas al país. Vengo a defender el proyecto de ley para que un congresista pueda renunciar”.

Así reapareció, ocho meses después de estar en Estados Unidos, la congresista –a medio tiempo, a veces virtual– . No era muy difícil ensayar un discurso como este; por el contrario, resultaba hasta previsible. La señora Calle tomó el camino de la victimización y decidió enfrentar al Congreso bajo el lema de “ustedes no son mejores que yo”; vaya práctica de irse comparando con lo que ya está bastante mal. Esto no gustó y salieron varios de sus colegas a criticar sus declaraciones y, aunque les sobra indignación, les hace falta acción inmediata.

Y he aquí el gran problema: tener una dinámica parlamentaria lenta y llena de vacíos que son bastante bien aprovechados por sus protagonistas. Entonces, ¿qué debatimos en este caso? ¿La irrenunciabilidad al cargo de congresista del que habla el artículo 15 del reglamento del Congreso al que hace mención la señora Calle en su proyecto de ley? Claramente no. El debate tiene que enfocarse en zanjar plazos y especificar situaciones para una licencia congresal con el fin de establecer mecanismos ágiles frente a estas ausencias que, aunque quieran disfrazarse bajo el “sin goce de haber”, no cumplen íntegramente con las funciones parlamentarias: fiscalizar, representar y legislar. Aunque la congresista se ufane de ser una de las que mayor producción legislativa ha tenido durante este período, basta con revisar el estado de sus proyectos de ley, según ella bloqueados en represalia por el adelanto de elecciones que en algún momento propuso.

La congresista Digna Calle ya afronta dos denuncias en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales por abandono del cargo y abuso de autoridad. Sumado a estas, desde la Comisión de Ética se ha iniciado una investigación a pedido de la congresista Olivos por el mal uso de los bienes del Congreso. Pero haciendo un llamado a la sensatez y a la urgencia del debate propuesto líneas arriba, lo que correspondería es que el camino para modificar el reglamento comience su discusión en la Comisión de Constitución, se prepare un dictamen y este vaya al pleno. La modificación solo necesitaría mayoría calificada porque tiene carácter de ley orgánica y no es observado por el Ejecutivo; se publica y promulga. Técnicamente es posible y podría hacerse incluso en un plazo menor a los establecidos en la Comisión de Ética o en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales. La única voluntad que se necesita es política, pero es ahí donde la congresista Calle encuentra pasivas coincidencias con sus colegas. Estos ocho meses así lo demuestran. Lo decía Martín Tanaka en su columna de ayer: “estamos ante un Congreso que no gobierna y que actúa abiertamente en defensa de intereses particulares”.

También debemos poner los ojos y la crítica en la responsabilidad partidaria de Podemos Perú que, más que un partido político, parece una franquicia o negocio familiar para los Espinoza-Calle. Habría que recordar que la señora Calle tuvo como principal aportante de campaña a su esposo, el excongresista por el mismo partido Aaron Espinoza. Su esposo es tan incondicional que hace unos días apareció conectado en lugar de su esposa en un pleno del Congreso.

Volviendo a la responsabilidad partidaria, se esperaría que Podemos Perú le exija una rendición de cuentas a la señora Calle; sin embargo, el líder del partido, José Luna Gálvez, al ser consultado hace unos días por la situación, le repreguntó a un periodista si este era acaso el tema más importante en agenda y lo acusó de estar creando una “cortina de humo” sobre la ausencia de la congresista. No mostró autocrítica ni la más mínima vergüenza por el hecho de estar traicionando la elección popular que ha asegurado su supervivencia política en los últimos años, pese a sus graves cuestionamientos.

Volvemos a las fachadas decorativas que pretenden esconder tremendos fantasmas.

Claudia Chiroque es periodista y abogada