Un dato que no deja de llamar la atención es el hecho de que América Latina haya sido la última región del mundo en verse afectada por el coronavirus. Recién se conoce el primer caso detectado en Brasil, y no existen personas fallecidas a causa de esta enfermedad. A diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo, América Latina no sufre las consecuencias de esta epidemia en la misma magnitud.
En principio, es una gran noticia que el coronavirus haya demorado en llegar a estas tierras, pero ¿por qué sucede esto? ¿Será que nuestras poblaciones se encuentran en condiciones para enfrentar este tipo de situaciones? ¿O es que tenemos sistemas de salud preparados para evitar la propagación de este virus? Lamentablemente, la respuesta es negativa para ambas preguntas, somos países altamente vulnerables a un virus como este. Entonces, ¿cómo se explica lo que viene sucediendo?
Desde las Relaciones Internacionales, una respuesta son las débiles redes de interdependencia que América Latina mantiene con el mundo asiático. No es casual que el virus se haya propagado desde China primero a otros países asiáticos y luego al continente europeo y a Estados Unidos. Si bien en las actuales circunstancias es positivo que América Latina se pueda mantener al margen, resultan particularmente llamativos los reducidos vínculos en términos relativos que nuestros países tienen con un continente que se consolida como el motor de la economía mundial.
Por ejemplo, dejando de considerar los problemas relacionados con la distancia o la tecnología, existen grandes falencias en materia de conectividad entre nuestra región y el continente asiático. En comparación con lo que sucede en el norte del planeta, el tráfico marítimo y los vuelos entre América Latina y Asia se reducen considerablemente. Tratándose del Perú, prácticamente no existen líneas aéreas asiáticas que lleguen al país.
Asimismo, a nivel turístico, actualmente el continente asiático se viene consolidando como un importante mercado emisor en todo el mundo. Muchos de los primeros casos del coronavirus que se dieron en diversos países estuvieron vinculados, directa o indirectamente, al turismo chino. Parece que América Latina no se encuentra aún en el radar asiático como destino para hacer turismo. Así, en el 2018, según datos de PromPerú, nuestro país registró cerca de 32 mil arribos procedentes de Corea del Sur, 37 mil de China y 47 mil de Japón, de un total de más de 4 millones de visitas que recibió el Perú. Sumados representan alrededor del 3%. Esta situación se repite en el resto de la región.
Esto no significa que las relaciones de los países latinoamericanos con Asia no se hayan profundizado en las últimas décadas. En el caso peruano, se ha dado un importante acercamiento: logrando ser parte de APEC; firmando tratados de libre comercio con China, Japón, Corea del Sur, Tailandia y Singapur; y habiendo alcanzado una asociación estratégica integral con China. No obstante, estos avances aún son insuficientes.
Durante el gobierno de Ollanta Humala, el entonces ministro de Economía, Luis Castilla, señaló en una sesión en el Congreso de la República que prendía una vela y rezaba todos los días para que la economía china no se cayera. A la luz de lo que viene sucediendo, parece que no basta con prender velas si queremos realmente aprovechar las oportunidades que nos ofrece el continente asiático; aunque, irónicamente, hoy esta situación le permita a América Latina hacer frente con mayor tranquilidad a una amenaza sanitaria que se consolida a nivel global. Contradicciones de la globalización le dicen.