Los humanos modernos han existido por más de 200.000 años. Hace apenas 500 años, la vida cotidiana estaba llena de riesgos infecciosos. Ingerir una comida era un riesgo, al igual que beber un vaso de agua. A medida que cambiamos a la vida interior de la ciudad, los brotes y las pandemias azotaron la sociedad con una regularidad alarmante.
Hace tan solo un siglo, los expertos predijeron que no sería posible mantener ciudades humanas con poblaciones de millones por mucho tiempo debido a la inevitable propagación de enfermedades. Pero los cambios tecnológicos nos han permitido, al menos en el mundo desarrollado, prevenir muchas de esas pandemias.
Las vacunas y los medicamentos no son las únicas innovaciones en las que hemos confiado para este tipo de prevención. Ya no vemos el jabón, la descarga del inodoro o el agua limpia del grifo como las tecnologías revolucionarias de prevención de enfermedades que realmente son. En el mundo desarrollado son baratos, ubicuos y mundanos. Sin embargo, estas tecnologías combaten una gran cantidad de brotes sin necesidad de saber el nombre de cada patógeno. Epidemias como el cólera todavía ocurren en el mundo en desarrollo, pero esto es una cuestión de falta de voluntad política global, no de falta de herramientas tecnológicas.
Las tecnologías de prevención de pandemias de próxima generación están a nuestras puertas, y la incorporación de estas herramientas en nuestro entorno podría hacer del COVID-19 la última pandemia del mundo. Pero para hacer realidad este futuro, debemos comprometernos a considerar la prevención de pandemias como una prioridad política tan importante como lo ha sido la respuesta a la pandemia.
Como en el pasado, necesitamos desarrollar tecnologías que cambien fundamentalmente nuestro entorno. El objetivo hoy debería ser eliminar por completo las pandemias respiratorias de la mesa.
Esto comienza con la limpieza del aire. La versión más ambiciosa de la tecnología de aire interior limpio sería capaz de suprimir rápidamente la transmisión incluso de los patógenos más contagiosos, como el sarampión, a un costo lo suficientemente asequible como para instalarlo en todos los lugares donde las personas se reúnen y se cruzan. Lograr esto requerirá innovación más allá de una mejor ventilación y formas de filtrar el aire. Esto podría incluir bombillas que también emiten longitudes de onda que matan gérmenes que aún son seguras para los humanos. Con este tipo de innovación, la sociedad puede reducir la transmisión y tal vez incluso hacer del resfriado común una reliquia.
Los investigadores han progresado hacia otras capacidades avanzadas de lucha contra la pandemia. Las vacunas son, por supuesto, un pilar de la prevención. Se están realizando esfuerzos para hacer que las vacunas sean efectivas contra grupos enteros de virus, como todos los coronavirus. Pero para que las vacunas modernas realmente prevengan pandemias respiratorias rápidas deben desplegarse amplia y rápidamente y, cuando sea posible, por adelantado.
El gobierno de los Estados Unidos está invirtiendo en parches de vacunas de microagujas y vacunas en aerosol nasal que pueden ser autoadministradas. Estos podrían enviarse rápidamente por correo a todos los hogares, eliminando la necesidad de una administración clínica y farmacéutica por parte de trabajadores de la salud capacitados.
La prevención de pandemias será un desafío excepcionalmente difícil y ambicioso para el siglo XXI. Pero, basándonos en la historia, es alcanzable y vale la pena apuntar a ello. Nunca hemos tenido más impulso contra el flagelo de las enfermedades infecciosas que hoy. Hay más personas en todo el planeta involucradas en el desarrollo y despliegue de tecnologías contra las pandemias ahora que en cualquier otro momento de la historia humana. Estos avances recientes, acelerados por la pandemia del COVID-19, están llegando a un punto de inflexión. Al invertir en tecnologías transformadoras ahora, como lo ha hecho la salud pública durante generaciones, es posible que podamos hacer del COVID-19 la última pandemia.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times