La criminalidad en el Perú ha alcanzado niveles alarmantes. Delitos como el robo agravado, la extorsión, el secuestro, el sicariato y la ciberdelincuencia se han vuelto parte del día a día. De acuerdo con el INEI, en los primeros tres meses del 2024, casi 26 mil personas han sido víctimas de extorsión. Los cobros ilegales de cupos y las amenazas que ponen en riesgo la vida de los ciudadanos son solo un reflejo de la magnitud de esta problemática.
Las autoridades, por su parte, se enfrentan a limitaciones bien conocidas: escasez de personal especializado, recursos insuficientes y una lentitud preocupante en los tiempos de respuesta. Ante este panorama, surge la necesidad de incorporar a la tecnología como un aliado clave para prevenir y combatir la criminalidad de manera más efectiva.
Una de las soluciones más prometedoras al respecto es el uso de la videovigilancia inteligente. Cámaras equipadas con inteligencia artificial (IA) permiten reconocer rostros y placas vehiculares en tiempo real, generando alertas automáticas que ayudan a las autoridades a reaccionar de manera rápida y precisa. Esta tecnología, además, marca un giro importante al permitir un enfoque proactivo, y no reactivo, en la lucha contra el crimen.
Otra herramienta valiosa es el análisis de grandes volúmenes de datos, conocido como ‘big data’. A través de análisis predictivos, es posible identificar patrones criminales y zonas de alto riesgo, lo que permite que las fuerzas de seguridad puedan anticiparse a posibles delitos y enfocar mejor sus recursos en áreas vulnerables.
Asimismo, la ‘Internet de las cosas’ (IoT) también tiene un rol fundamental. Sensores conectados en hogares y espacios públicos monitorean movimientos y alertan en tiempo real sobre actividades sospechosas. Estos dispositivos, junto con drones equipados con cámaras y sensores avanzados, permiten una vigilancia aérea eficaz en áreas de difícil acceso, extendiendo el control tanto en zonas urbanas como rurales.
Por otro lado, las plataformas colaborativas, como las aplicaciones móviles, ofrecen la posibilidad de que los ciudadanos reporten incidentes o actividades sospechosas con geolocalización en tiempo real. Esta participación de la ciudadanía refuerza la cooperación entre las personas y las autoridades, fomentando un enfoque comunitario en la prevención del crimen.
No obstante, aunque la tecnología representa una gran oportunidad, también plantea desafíos. Es crucial que su uso respete los derechos humanos, en especial en lo que concierne a la privacidad. Y, si bien la implementación de estas herramientas requiere una considerable inversión en infraestructura tecnológica, así como la capacitación adecuada de las fuerzas del orden, es urgente implementarlas y aprovechar todo su potencial.
Ante la creciente ola de crímenes en el país, la tecnología se presenta como un componente vital para mejorar la seguridad ciudadana. Sin embargo, su adopción debe ser responsable y efectiva. Con un enfoque equilibrado entre innovación tecnológica y políticas de seguridad bien estructuradas, las autoridades tendrán la oportunidad de enfrentar con mayor eficacia la criminalidad. Las herramientas están al alcance, pero es necesario que haya voluntad política y una estrategia clara para lograr un impacto real.