La casi nula participación de los ya escasos afiliados a los partidos políticos existentes en las pasadas elecciones primarias del mes de mayo y el desconcierto electoral en las de octubre evidencian nuestra carencia de educación democrática, entendida ella como lograr una participación ciudadana voluntaria y comprometida con la dirección de los destinos del país. Una participación enmarcada en valores éticos y morales cuyo objetivo es producir el bien social. Una participación en libertad, contenida solo por un contrato social que asumimos por nacimiento o por adopción, y que debemos conocer para ejercer como ciudadanos demócratas de nuestro Perú. ¿Por qué es difícil para nuestro país?
Es casi increíble reconocer el nivel alcanzado por la corrupción en el poder de nuestro país, en el que la ideología, el nivel socioeconómico alto o bajo, la procedencia urbana o rural, ser de la sierra, costa o selva, no diferencia la mayoritaria presencia de la inmoralidad y el interés corrupto. El Perú está enfermo desde hace mucho. Su origen fue complejo y conflictuado y no ha logrado una identidad estable que le permita resolver sus problemas dialogando consigo mismo. Por el contrario, cual ser humano atribulado, vive disociado entre sus contradicciones, expresándolas con agresividad y violencia. Hace 500 años sus poblaciones iniciaron un mestizaje donde el conquistador respetó tradiciones y títulos nobiliarios originarios para facilitar sus fines, pero también hizo uso de la violencia y la discriminación que marcaron las relaciones internas del ser social peruano. Esta negación de la realidad mestiza devino una nueva crisis de violencia que despoja a otros para imponer lo andino. El “patrón no comerá de tu pobreza”. El trauma violento llega a su punto máximo en los 90 y, luego de esa crisis, inicia un camino de recuperación incompleto por la falta de valores que integren y produce la situación actual: “no más pobres en un país rico”.
La solución al trauma social, al igual que los conflictos de un ser humano, reclama la capacidad de integrar su identidad, resolver las contradicciones antes que ellas nos destruyan. Rescatar lo positivo del ser. La formación humanista es indispensable para la formación en valores que solo es posible de realizar con el ejemplo. Lamentablemente, los principales mentores: los padres de familia, los docentes y líderes mediáticos poseen nulas o débiles capacidades para ello.
La educación en valores que sustenta una sociedad en armonía es casi inviable. Nos educamos con falta de valores y debemos elegir a alguien con valores. La sociedad peruana debe transformarse, encarar el problema educativo promoviendo el dominio y compromiso con los valores sociales y democráticos facilitando la presencia de los padres en el hogar, innovando la gestión de la educación pública y ciudadana en las universidades. Fomentando en los medios un comportamiento diferente que impulse una sociedad en bienestar. Reformar el sistema de justicia para ser eficientes en la sanción de la corrupción y reformar el sistema de partidos promoviendo la participación ciudadana.