Han hecho falta más de 60.000 muertos por una enfermedad nueva para que tomemos consciencia del déficit en CTI. No hay suficientes laboratorios, no hay capacidad de planificación, casi no hay vigilancia genómica. Por supuesto, la respuesta intuitiva para promover un sector es crear un ministerio. Ejemplos no faltan: Israel, Corea, Chile, y demás países cuentan con uno relativamente exitoso.
Sin embargo, Perú no es Corea. Tomemos como ejemplo al Mincul, supuestamente técnico y políticamente ecuménico. Eso no ha impedido que en cinco años tengamos 12 ministros y tantos otros viceministros de Cultura. Es justamente esa volatilidad la que le pondría la piel de gallina a cualquier gestor en CTI, donde las investigaciones y los incentivos profesionales pueden tardar años en brindar resultados medibles.
No podemos invisibilizar la necesidad de una autoridad central. El Concytec, lo más cercano hasta ahora, no tiene rol administrativo directo en los diversos institutos públicos de investigación (IPIs) o de desarrollo desperdigados por el Estado. El Produce tiene los CITES, el Minsa tiene el INS, el Minagri tiene el INIA, etc. Si bien algunos de estos están en papel articulados por el Sinacyt, este no ha sabido escudarlos de los vaivenes políticos. Víctima de ellos es el mismo INIA, que ha cambiado de jefe prácticamente cada 6 meses. Ninguna estrategia puede prosperar así, salvo una cortoplacista, mediocre o corrupta.
El Concytec necesita engrosar presupuesto y cartera si ha de cumplir sus aspiraciones. Actualmente, el Perú invierte un 0,17% del PBI en CTI. Esta cifra palidece ante el promedio latinoamericano. Además de absorber a los IPIs, es preciso retener el talento nacional en CTI con incentivos, no con trabas. Cuando tu única beca posible te exige regresar/quedarse, se pierde el sentido de excelencia por un proteccionismo simplista. Muy preferible es la iniciativa de una Ley de Atracción de Investigadores en CTI (virtual congresista Málaga-Trillo), o la de invertir en infraestructura insigne para CTI (propuesta Lima Institute of Technology de Podemos Perú). Se requiere un ente robusto, y ese robustecimiento debe venir de la autonomía y la autogestión entre investigadores, lejos de mociones de censura y cuestiones de confianza.
En cuanto a cómo lograr eso, los candidatos presidenciales sobrevivientes presentan planes vaporosos o dolorosamente inexistentes. Lo peor sería mantener el piloto automático, pero tampoco se trata de hacer las cosas a la mala (de nuevo). Si las experiencias del Mincul, de los IPIs y de los últimos cinco años sirven de algo, lo lógico es potenciar un centro estatal tan neurálgico como resistente a los esfuerzos autodestructivos del mismo Estado peruano.
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