Pocos se enteraron que la recientemente culminada VII Cumbre de las Américas llevó por nombre el pomposo y controversial título de Prosperidad con Equidad: El Desafío de la Cooperación en las Américas, en esta América Latina que aún se considera la región más desigual del mundo y que se centró en lo mediático de un apretón de manos entre Barack Obama y Raúl Castro y en su breve reunión a puertas cerradas que nos dejó como conclusión que en esa relación aún hay mucho pan por rebanar, en los tiempos desperdiciados en echarse culpas unos a otros y en las ocurrencias “de un otro pirata Morgan”, que no quiso pasar desapercibido para emular a su padre político, aquel que empezó criticando las cumbres, pero que luego no se perdía ninguna, incluida aquella en que, por “sugerencia real”, lo mandaron callar.
Más bien, las cuatro cumbres previas y algunas paralelas (foro de jóvenes, de rectores, de empresarios, y de sociedad civil y actores sociales), otras reuniones y conversatorios en Panamá, fueron las que tuvieron agendas de intenso análisis y debate, centradas en los grandes temas del desarrollo de nuestras naciones, aunque no exentas de saboteos premeditados. Si en las últimas décadas noventa millones de personas pasaron de la pobreza a la clase media, ¿qué más podemos hacer para incrementar ese número y lograr la tan ansiada calidad de vida para millones de ciudadanos? ¿De qué nos sirve ser el principal proveedor de materias primas para las economías más industrializadas del planeta? ¿Cómo combatimos eficazmente la inseguridad ciudadana y el crimen organizado, la corrupción, el narcotráfico, la parapolítica y cuidamos el medio ambiente frente a tantas adversidades climáticas? ¿Qué mejoras logramos en salud y educación? ¿Cómo mejoramos las condiciones de trabajo, agua para todos y el hábitat de la gente más humilde? Desplazados y migrantes, niños y adolescentes que trabajan, mujeres asesinadas por sus parejas o violentadas física y psíquicamente, se suman a la lista de los muchos problemas por resolver. Son muchas aún las necesidades básicas insatisfechas. Algunos se siguen preguntando si la pobreza en América Latina es un problema de estructura económica o de naturaleza sociocultural. Distintos estudios y análisis nos indican que millones de escépticos siguen desconfiando de los resultados concretos de nuestras democracias y muchos han manifestado simpatías por gobiernos populistas y autoritarios. Esta desconfianza cuelga como una espada de Damocles y demanda soluciones concretas y de corto plazo, pues la gente no quiere más democracias de papel, de leyes que no se cumplen y de promesas en el aire.
Al igual que la anterior cumbre, realizada en Cartagena en el 2012, no hubo declaración final, pues Venezuela pretendía colocar párrafos alusivos a sus malos entendidos con Estados Unidos, lo cual provocó rechazo de la mayoría de las delegaciones y solo tuvimos que satisfacernos con la foto oficial y los buenos deseos de los organizadores.
Por cierto, vale recordar que la siguiente cumbre tendrá por sede al Perú, aunque bajo el mandato del próximo jefe de Estado y también de un nuevo secretario general de la Organización de los Estados Americanos. Tenemos un par de años para prepararla. ¿Un nuevo reto, parecido al de los Juegos Panamericanos, pero que se juega en otra cancha?