Félix Puémape

El pasado miércoles, el Pedro Castillo ejecutó un sorpresivo autogolpe que fue desmantelado en aproximadamente dos horas. Para muchos, esta aparente eficiencia institucional fue la demostración palpable de la fortaleza democrática del Perú, pese a todo. ¿Es esto exacto?

Detrás de las , siempre hay actores políticos. La PNP, las FF.AA., el TC y el Congreso tienen juicio y agencia. Lo ideal es que sean neutrales y puedan defender a la sociedad ante cualquier intento de vulneración constitucional, como el que sucedió dos días atrás. Sin embargo, sabemos que no siempre es así. Cuando prima el cuoteo político para designar a sus integrantes y todas las designaciones responden a los intereses de un solo bando, las instituciones tienen un nulo incentivo para actuar frente a todos aplicando el mismo parámetro.

Frente al contexto de polarización que prima en la actualidad, todas las instituciones anteriormente mencionadas se encuentran alineadas a un solo bloque político, particularmente el TC. Cuando el presidente de izquierda pretendió capturar las instituciones del bloque de derecha, este último lo aplastó. Ahora, pensemos que la elección hubiera sido ganada por Keiko Fujimori y que, como presidenta, hubiera decidido dar un autogolpe tras el asedio de un bloque parlamentario de izquierda. ¿Las FF.AA. y la PNP hubieran decidido rechazar sus órdenes de plano? ¿El TC hubiera declarado su presidencia ilegítima por unanimidad? Mi hipótesis es que no, y eso me lleva a ser escéptico frente a las celebraciones por la supuesta fortaleza institucional del Perú.

Hasta mayo del 2022, el Perú desafiaba, y con éxito, esa profecía politológica de que no hay democracia sin partidos. Había un consenso básico sobre el respeto a ciertos mínimos institucionales. Más aún, había un cuoteo plural para definir la conformación de las instituciones: cada grupo obtenía un lugar y se garantizaba un real balance de poder. El TC del 2014, por ejemplo, reflejaba un sano equilibro entre todas las corrientes jurídicas. En cambio, el TC actual, elegido en mayo, se encuentra repleto de tribunos de una misma tendencia política. Con la ruptura de este consenso básico, y especialmente con la conformación de un TC que claramente responde a un solo bloque, la democracia del Perú vive en un riesgo constante.

Este riesgo, forjado desde el Congreso previo, pero consumado a mediados de este año, persiste. El expresidente Castillo y sus aliados golpistas han sido expectorados y encarcelados, como debe de ser. Sin embargo, la democracia peruana hoy más que nunca depende de sus actores, polarizados, y no de una presunta fortaleza institucional. Las instituciones son fuertes solo cuando existe la seguridad de que legislan igual para todos. Lamentablemente, ese no es el caso en el Perú hoy.

Félix Puémape es politólogo

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