Más de 80.000 nicaragüenses han huido de su país a partir de las protestas contra la dictadura de Daniel Ortega. La infame ola de represión proveniente de las autoridades estatales y de elementos paramilitares, aunada a una galopante crisis económica, han obligado a decenas de miles de personas a procurar asilo en países vecinos. Sin embargo, el retorno a Nicaragua de diversos personajes de reconocida trayectoria política lleva a considerar una nueva estrategia de la oposición, encauzada para consolidar liderazgos y reactivar los ánimos del movimiento cívico.
El líder estudiantil Lesther Alemán regresó al país luego de un año de exilio. Alemán fue parte de la mesa de diálogo nacional y ganó notoriedad al increpar agudamente a Daniel Ortega y a Rosario Murillo y responsabilizarlos, en una transmisión de televisión en vivo, de la muerte de los caídos en las marchas; la mueca indolente de los Ortega-Murillo marcó la única sesión del diálogo en la que los dictadores estuvieron presentes.
Félix Maradiaga, activista político acusado lisamente por el régimen de “dirigir una red delincuencial y terrorista”, aterrizó en Managua hace unas semanas ante un desproporcionado despliegue policial y paramilitar. A su vez, Carlos Fernando Chamorro, uno de los más firmes críticos del régimen, y Zoilamérica Narváez, hijastra de Daniel Ortega, quien se vio obligada a salir del país en el 2013 tras denunciar a Ortega por el delito de abuso sexual, también han dado a conocer su inminente regreso al país que han calificado como “un acto político y una acción reflexiva y coordinada”.
Para Camilo de Castro, periodista nicaragüense exiliado en Costa Rica, el retorno de estos líderes de la oposición sobreviene para “contribuir a la articulación y consolidación de la oposición desde dentro de Nicaragua”. En un contexto en el que las garantías constitucionales, las libertades y los derechos humanos se encuentran en suspenso, los líderes se exponen a un alto riesgo en el país, “pero es fundamental que la disidencia inicie un proceso de cohesión y organización, de la mano de la sociedad civil, para articular una participación efectiva con miras a las próximas elecciones”.
La semana pasada, la Unión Europea aprobó el marco legal que permite el establecimiento de sanciones dirigidas a individuos o instituciones involucrados en casos de violación de derechos humanos en el país. Estos mecanismos se activarán si es que la dictadura persiste en el abuso de su vertiente autoritaria en detrimento de los derechos y garantías políticas de la ciudadanía. En respuesta a este documento, Ortega escenificó un desagradable exabrupto en la ceremonia de presentación de credenciales de Pelayo Castro Zuzuárregui, nuevo embajador de la Unión Europea en Nicaragua, al arremeter contra esa entidad alegando que “se han sumado a las políticas intervencionistas y de agresión de los Estados Unidos contra Latinoamérica”, en un discurso extenso, delirante y trasnochado.
El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo es insostenible y su declive es una cuestión de tiempo. El reto de la oposición es lograr su unidad y el apuntalamiento de sus líderes, así como la cohesión de los actores civiles, la empresa privada y la población en general alrededor de una sola meta común: sacar a los Ortega-Murillo del poder. Con la ayuda de una comunidad internacional comprometida, esta meta se logrará más temprano que tarde.