Bettina Woll

En los últimos años hemos visto el discurso sobre el empoderamiento tomar los medios, las redes sociales y las campañas alrededor del . La idea romántica de que las pueden hacerlo todo a la vez. Se nos presentan imágenes de mujeres que, mientras trabajan en una oficina, también gestionan sus hogares, tienen tiempo para hacer ejercicio a las cinco de la mañana y una vida familiar plena.

Todo esto, además, sin un cabello fuera de lugar. Titulares como “Empoderamiento de la mujer, una tendencia vital para las empresas”, “conoce cinco beneficios de tener más mujeres en tu compañía” y “empoderar a las mujeres es buen negocio para todos” son muestra de que se ha vuelto un requisito para estar al día, es la última tendencia de moda, pero ¿qué es el empoderamiento?

Debemos entenderlo como el proceso a través del que una mujer se apropia de recursos (como pueden ser el acceso a la educación, a la información, a bienes materiales, etc.) que le sirven para hacer ejercicio pleno de sus derechos y así obtener poder. Poder sobre su vida, poder para actuar libremente y poder desde sus derechos y libertades para resistir las presiones de otros.

No se trata de un proceso único, con líneas delimitadas ni instrucciones; es diverso tanto como las mujeres lo son. En ese sentido, varían los recursos a los que cada una podrá acceder o por los que tendrá que luchar.

Aun así, las mujeres que se presentan como historias de éxito todavía enfrentan múltiples obstáculos en diversos aspectos. Por ejemplo, una empresaria exitosa probablemente aún pase más tiempo que un hombre en la gestión del hogar o en el trabajo de cuidados, considerando que en el Perú las mujeres dedican en promedio 23 horas horas más semanales al trabajo no remunerado que los hombres, según el INEI.

Además, si trabaja para una empresa es muy probable que se le pague menos que a un hombre en un puesto similar: en el 2022, el INEI reportó que el ingreso promedio de una mujer en el Perú era equivalente al 71% del ingreso promedio de un hombre. Estas desigualdades, además, conviven con otros riesgos y amenazas para las mujeres, como los altos índices de violencia basada en género que, según la última Encuesta Nacional de Relaciones Sociales (Enares), es tolerada o justificada de alguna forma por casi el 60% de las personas.

Que continúen existiendo ese tipo de brechas revela que aún hay muchas situaciones y condicionantes externos en el camino hacia la igualdad de género. Más allá de la percepción de empoderamiento de cada una, las diversas barreras estructurales que enfrentan las mujeres aún representan obstáculos para el ejercicio pleno de sus derechos. Mientras más acceso a recursos tenga una mujer, será más efectivo el proceso de empoderamiento, porque se podrá concretar en el respeto de sus derechos y libertades; mientras que las mujeres que tengan menor acceso y más barreras podrán sentirse empoderadas en lo personal, pero en la realidad tendrán poco espacio y posibilidades para tomar decisiones efectivas.

Para enfrentar esta situación debemos trabajar por la equidad en la distribución de recursos; igualar el tablero de juego para que todas las mujeres puedan acceder de forma libre a recursos y oportunidades que construyan su desarrollo. Es clave entender el empoderamiento como un proceso político, en el sentido en el que se nutre de instrumentos y políticas públicas que fortalezcan el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres. Una mujer empoderada no es solo una mujer que lo puede hacer todo, en contra de todas las barreras, sino también una que puede hacer las cosas porque las condiciones se dan para que las haga.

Mientras más techos de cristal se rompan y más mujeres empoderadas tomen el escenario será cada vez más normal verlas en espacios de toma de decisiones. No debería seguir siendo noticia ser mujer y lograr algo. Es momento de normalizar a las mujeres exitosas, no tomarlas como casos de estudio, sino entender que, además del esfuerzo, han tenido acceso a una serie de recursos y redes de contactos que han podido accionar para lograr sus metas. Esta debería ser la realidad para todas. Hay poder en el colectivo; más mujeres exitosas significa que se va construyendo una realidad en la que esta es la norma y no la excepción, lo que abrirá puertas para que cada vez más mujeres puedan avanzar.

Pongamos los cimientos para construir las condiciones que permitan que las mujeres en el Perú ejerzan plenamente sus derechos y tomen poder. Poder sobre el camino que tomarán sus vidas, poder para aprovechar oportunidades sin miedo ni barreras, poder desde el colectivo de mujeres, poder de cerrar las brechas, resistir las presiones y sentar las bases para que todas las mujeres y niñas puedan vivir libres, con un mundo de oportunidades por delante.

Bettina Woll es representante residente del PNUD Perú