(Ilustración: Víctor Aguilar)
(Ilustración: Víctor Aguilar)
Laura Balbuena

Los griegos clásicos entendían el ágora, el espacio público, como el lugar donde se discutía sobre política, y entendían al ser humano, ante todo, como un animal político. Sin embargo, no todo ser humano podía ser parte del ágora pues para los atenienses, las mujeres no poseían la capacidad para ser políticas. Recluidas en su hogar, se dedicaban a las labores domésticas y de cuidado. Han pasado más de dos mil años desde la creación de la excluyente y sexista democracia ateniense, y solo 61 años desde que las mujeres letradas pudieron participar plenamente de la política peruana al adquirir el derecho a votar y ser votadas. Las mujeres iletradas (junto con los hombres iletrados) lo adquirirían recién en 1979, hace tan solo 39 años.

La participación política de la mujer en nuestro país es, por lo tanto, algo muy reciente, y los niveles de participación distan mucho de ser equitativos. Por ejemplo, de los 130 congresistas elegidos para el período 2016-2021, 94 son hombres y 36 son mujeres. En el ámbito local la participación de las mujeres es aún menor: actualmente solo existen 50 alcaldesas distritales, frente a 1,743 alcaldes. Y hasta ahora ninguna mujer peruana ha ocupado el cargo político más alto al que se puede aspirar: la Presidencia de la República. La falta de acceso al espacio público en igualdad de condiciones con el varón se explica porque dicha participación sigue demandando un gran esfuerzo y sacrificio de parte de la mujer en el Perú. Este 8 de marzo es bueno recordar que el espacio público en varios sentidos le es hostil a la mujer.

La esfera pública y política ha sido para la mujer peruana actual un espacio de constantes obstáculos contra ella. Desde las primeras senadoras y diputadas que hubo en nuestro país, la doble jornada de trabajo femenino (la jornada remunerativa y la de cuidado, o doméstica) ha sido un desmedro para su participación política. Las mujeres le dedican un promedio de 39,28 horas a la semana al trabajo no remunerado doméstico, mientras que los hombres le dedican en promedio 15,54 horas semanales, de acuerdo al INEI. La falta de tiempo “libre” para hacer política ha dado como resultado el sacrificio del trabajo político en favor del trabajo de cuidado a todo nivel, desde las dirigentes barriales hasta las legisladoras nacionales.

El acoso político es otro gran problema que enfrentan las mujeres que desean hacer política. Tres de cada diez mujeres que participaron en las elecciones regionales y municipales del 2014 reportaron haberlo sufrido, según un estudio del Jurado Nacional de Elecciones. Este se manifiesta de diversas formas, como son el obstaculizar sus iniciativas y propuestas, la violencia psicológica, física o sexual, y la difamación de índole sexual, entre otras. Asimismo, la poca apertura de los partidos políticos hacia la participación femenina es otra gran limitación que enfrentan las mujeres políticas.

A diferencia del siglo V a.C., el ágora actual no se reduce a la plaza como tal, sino que incluye otros espacios de visibilidad y discusión como son las redes sociales. En esta ágora virtual, el anonimato juega en contra de las mujeres, quienes en el ámbito internacional son el 80% de las víctimas de acoso virtual. El mismo MIMP ha lanzado el mes pasado una campaña contra el este tipo de acoso (www.noalacosovirtual.pe), mediante la cual las víctimas pueden registrar su caso y de esta forma hacer visible este tipo de violencia, el cual va desde los insultos electrónicos hasta el hostigamiento y la extorsión sexual. Las mujeres públicas, aquellas que escriben en diversas plataformas (Twitter, Facebook, blogs, etc.) y dan opiniones controversiales pueden dar fe de las manifestaciones de violencia que reciben.

Falta mucho para poder hablar de igualdad e inclusión plena en el espacio público mientras este solo muestre hostilidad en todos sus niveles hacia las mujeres en nuestro país. Hasta ese momento, solo nos queda conmemorar y no celebrar el 8 de marzo y seguir luchando porque la política sea asequible a todas aquellas que quieran participar de ella en igualdad de condiciones y libres de todo tipo de violencia.