Primero, es claro que el año pasado las proyecciones sobre la evolución del PBI resultaron, en su mayoría, lejanas a la realidad. Hubo apresuramiento. Hoy, frente a la realidad de un nuevo confinamiento ampliado, se nota en nuestros analistas más prudencia para lanzar nuevas proyecciones.
Segundo, el confinamiento extremo junto con las limitaciones impuestas por las deficiencias en la ejecución de ciertos instrumentos de política económica, así como por las restricciones derivadas de nuestras deficiencias estructurales, nos llevaron a una recesión de alrededor del 11,3% el 2020. Pudo ser la mitad si las cosas se hubieran hecho bien, pudo ser el doble si no se hacía nada.
Tercero, el confinamiento actual no es igual. No compromete sectores claves como el minero, construcción, industria, pesca y sus cadenas de suministro. No es de aplicación uniforme en todas las regiones del país. Encuentra a un sector empresarial y a la población con algo más de información sobre la pandemia. Entre otras diferencias y a pesar de todo, hoy sabemos que la vacuna progresivamente ya está con nosotros.
Cuarto, previo al anuncio del nuevo confinamiento, las proyecciones de crecimiento de este año eran bastante alentadoras. Todas las entidades financieras del exterior destacaban y señalaban al Perú como, nuevamente, la economía de mayor crecimiento de la región, esperándose en el extremo un crecimiento del 11,5% en opinión de nuestro BCR. Esta cifra tendrá que corregirse. ¿Sustancialmente?
Quinto, a pesar de la ampliación del nuevo confinamiento, existen condiciones favorables para amortiguar parte de su impacto en la desaceleración económica. Todos esperan el sostenimiento del precio internacional del cobre, aún no hemos agotado el empleo de la totalidad de los ahorros fiscales, disponemos de una línea de contingencia de libre disponibilidad otorgada por el FMI a nuestro BCR, el sector minero podría nuevamente liderar el impulso al alza de la inversión privada, parte de los megaproyectos empiezan a reactivarse.
Sexto, los riesgos derivados del ruido político y electoral están presentes, sin duda. Estos temores datan de 200 años de historia republicana. Sin embargo, la presencia de una nueva clase electoral y la toma de conciencia de que la corrupción está, indistintamente, en nuestra clase política de izquierda o derecha, vienen incubando un entorno menos oscuro del que hemos transitado en términos de posible resultado electoral. Las alternativas tradicionales y extremistas, al parecer, tendrán menos espacio que nunca. Ojalá.
Séptimo, considerando el actual confinamiento, donde no se presenta una posición extremista en el resultado electoral y donde la aplicación de la vacuna se empieza a masificar este segundo semestre, nuestro crecimiento este año solo se desaceleraría del 11,5% esperado por nuestro BCR a alrededor del 9,0%. Una cifra nada despreciable que continuaría ubicándonos como la economía de mayor crecimiento de la región.
Octavo, notar que el confinamiento vigente nos llevaría a una tasa de crecimiento del PBI que –conjuntamente con el nivel esperado para el 2022– nos ubicaría en una media de crecimiento de alrededor del 7% promedio anual. Ahora bien, el 2022 el crecimiento podría ser aún mayor al esperado por efecto del impacto de la demora de la vacuna este año. Creceremos menos a lo esperado el 2021 y, en compensación, creceremos más el 2022. No debemos subestimar esto.
Noveno, no debemos perder de vista que los estimados reseñados no incorporan el impacto de la necesaria y progresiva superación de nuestros problemas estructurales. La deficiente infraestructura, el desorden del sector público y la carencia de institucionalidad siguen siendo un reto a superar. El día que salvemos estas restricciones nuestro PBI potencial y la productividad darán un alza inusitada a nuestra posibilidad de generación y mejor distribución de la riqueza.
Décimo, debemos ser conscientes de que nuestro sistema aún está lejos de lo que una economía social de mercado debe ofrecer a su población. Necesitamos nuevas clases empresarial y política, que entiendan que cualquier sesgo mercantil solo les permitirá maximizar su riqueza en el corto plazo y alimentará diferencias y descontento. Compartir valor, competir sin privilegios y desenvolverse en mercados transparentes son el mejor mecanismo para incrementar competitividad y darle sostenibilidad al crecimiento.
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