En la década de 1990 el gobierno de Alberto Fujimori dejó de lado la lucha contra las drogas, argumentando que solo tenía recursos para enfrentar al terrorismo. El resultado fue que muchos militares y policías terminaron disputando a Sendero Luminoso el cobro de cupos a los narcos. Fue la época de oro de las firmas, de los narcoaeropuertos protegidos por las bases militares, del ‘tío Vladi’ vendiendo armas a cambio de cocaína y de los helicópteros del Ejército trasteando droga. ¡Qué duda cabe, la doctrina Fujimori nos acercó a un narcoestado!
Esta historia ahora se repite en el Vraem, desde que Alan García entregó a las Fuerzas Armadas el control de la zona con el encargo de hacer frente al terrorismo, a sabiendas que allí se procesan más de 200 toneladas de cocaína anualmente. No mostró interés en controlar el avance de los cultivos ilegales de la coca, mucho menos de desarticular a los clanes familiares que lo controlan.
El actual gobierno siguió la misma ruta. Se comprometió en el 2014 a reconvertir 5.000 hectáreas de coca y fracasó. Insistió con esta meta en el 2015 y volvió a fracasar. Se promulgó la ley de interdicción aérea, pero nadie detiene a las narcoavionetas que cargan cocaína cerca de las bases contraterroristas o con información de sus elementos corruptos. Empiezan a salir las denuncias del trasiego de cocaína con helicópteros militares. ¡Qué duda cabe, en el Vraem recorre el fantasma de la doctrina Fujimori!
Es necesario romper el infame statu quo que se ha generado entre el narcotráfico, gobiernos timoratos y elementos corruptos de las fuerzas del orden. El problema del Vraem ya no se queda en el monte, llegó a Lima. Las disputas territoriales con asesinatos de por medio en el Callao, el sicariato y la extorsión también son hijos de la droga.
¿Qué hacer? Crear un nuevo marco institucional con rango ministerial obligado a rendir cuentas de sus resultados. Desde aquí se podrán monitorear los cultivos de coca. El actual sistema ya no es fiable. Se debe centralizar a todos los organismos vinculados a la lucha contra las drogas. Actualmente están dispersas y, en ocasiones, divorciadas (Enaco, Corah, etc.).
También se debe potenciar a la Dirección Antidrogas (Dirandro) de la Policía Nacional con recursos y tecnología ad hoc, y obligarla a trabajar con metas claras y plazos perentorios en las tareas de interdicción, incautación de drogas y, lo más importante, en la desarticulación de las organizaciones vinculadas a la cocaína. Hace más de una década que no captura a un pez gordo.
Asimismo, la Sunat tiene que salir de su modorra y trabajar con una estrategia nacional de interdicción de insumos químicos, especialmente en el Vraem, lo que permitiría llegar, como mínimo, al 30% de incautación. Actualmente no supera el 5%.
La Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) no puede seguir castrada de sus facultades de levantar el secreto bancario y la reserva tributaria y debe instalarse en el Vraem para investigar el patrimonio de los funcionarios (civiles, militares y policías) que pasaron por allí.
Finalmente, la Fuerza Aérea no debe mirar al costado cuando las narcoavionetas violen impunemente nuestro espacio aéreo. Tenemos que desactivar esa bomba de tiempo llamado Vraem.
* Miembro del equipo de seguridad de Peruanos por el Kambio.