Dos lanzadores de puñales, por Juan Monroy Gálvez
Dos lanzadores de puñales, por Juan Monroy Gálvez
Juan Monroy

Dentro de poco vamos a elegir al próximo presidente de la República. Después de siete semanas de ver y escuchar insultos y agravios, está claro que los responsables no nos han ayudado a decidir nuestro voto con base en una apreciación razonable. Como han preferido portarse como avezados lanzadores de puñales, no queda otra que elegir siguiendo nuestros impulsos o estados de ánimo. Aunque tal vez haya una mejor opción: votar atendiendo a lo que la memoria de cada quien haya guardado.

Los candidatos debatieron el pasado domingo sobre cinco temas que estimaron esenciales para el futuro del país. La crisis del sistema judicial no estuvo en esa lista. En esta materia los dos lanzadores son miopes. Veamos hacia dónde nos puede conducir esta patología.

La decisión estatal más importante en un Estado democrático es la sentencia, porque puede anular una ley o cualquier decisión de otro poder u órgano estatal. En la última década del siglo pasado, aunque usted no lo crea, casi todo se hizo “con arreglo a ley”. El poder oculto capturó al Poder Judicial convirtiéndolo en un antro sometido a sus fines. En contraprestación permitió que sus ‘condottieri’ desarrollaran, exitosamente, sus propios “negocios”. Un frenesí de dictadura y corrupción. 

Si elegimos al lanzador de puñales tal vez nada cambie en la sede judicial. Escucharemos los mismos discursos inútiles mientras se sigue pagando alquiler por el 30% de los locales judiciales, los juzgados de la Corte de Lima citan a audiencias para el próximo año y los abogados continuamos “cooperando” con papel bond y cartuchos para impresora. Los jueces penales seguirán exigiendo que se cumpla, rigurosamente, con el artículo que fija la hora para recibir documentos, y así quedarán libres hampones peligrosos porque el Ministerio Público los entregó minutos después de la hora. A nadie importará que los jueces sigan creyéndose solo “aplicadores de la ley” como hace cien años, y tampoco que el novísimo Código Procesal Penal exige una inversión no menor a dos mil millones de soles en el Ministerio Público para que la reforma penal no siga siendo lo que es, una broma macabra. 

Si elegimos a la lanzadora todo será más claro. Ella seguirá la metodología que encumbró a su padre, permitiéndole no solo el control de los medios de comunicación sino usar el Poder Judicial para “ablandar” a sus opositores. Como ayer, las deudas tributarias y las pruebas sembradas sustentarán sentencias “ejemplares”, que tal vez ya no se redacten en Las Palmas. Tendremos una ministra de Justicia que, como no cree en una moral sin dogmas religiosos, confunde delito con pecado, lo que la habilitará para ajustar cuentas con el pasado reciente. Entonces, reprimirá a los jueces que no aceptaron postrarse ante la ignominia.

Aunque Robert Louis Stevenson recomendaba tener una excelente memoria para el olvido, no recordar lo vivido sería ocultar, intencionalmente, razones para optar este domingo. El Judicial es un poder contra-mayoritario porque sus miembros no son elegidos por voto directo. Si la lanzadora de puñales controla los otros dos poderes, que no nos sorprenda lo que vamos a soportar en el ámbito judicial, lo merezcamos o no.