Pedro Pablo Kuczynski, de origen polaco, economista y presidente del Perú, inició sus estudios musicales en Suiza siendo niño y los continuó en el Royal College of Music, importante centro de formación musical de Inglaterra, del cual egresaron músicos de fama internacional como el compositor Benjamin Britten y el director Leopold Stokowski, recordado por la película “Fantasía”. Kuczynski cursó las especialidades de flauta, piano y composición. En varias oportunidades, ha sido solista de flauta con la Orquesta Sinfónica Nacional y con la orquesta de Radio Filarmonía. Se ha presentado en el Gran Teatro Nacional y en la temporada de conciertos del balneario de Asia. Muchos hemos escuchado sus interpretaciones como flautista, pero quienes lo han escuchado tocar el piano aseguran que lo hace aun mejor. Pienso además que, como todos aquellos que hemos estudiado composición, debe haber escrito alguna.
En 1939, cuando nuestro presidente tenía 2 años, el director vienés Erich Kleiber dirigió en Lima una temporada de la Orquesta Sinfónica Nacional. En cartas a su esposa, Kleiber narra su familiaridad con los Kuczynski: “Acabo de volver del concierto que salió espléndidamente. Después fui al restaurante chino con […] los Kuczynski […]. Ayer hice una ‘ascensión’ a la montaña con los Kuczynski hasta los 4.800 metros […]. Fui a la ciudad y compré un osito y una gran pelota para el chico de Kuczynski”.
El pasado 28 de julio, al asumir el cargo de presidente, Kuczynski anunció su voluntad de apoyar el arte y en especial la música a la que tanto debe en su formación. Nunca antes un presidente peruano mencionó la palabra arte ni aludió a la música en su discurso. Para los músicos, artistas y educadores, esta declaración esperanzadora nos obliga a estar atentos a las acciones que ejecutarán los ministros de Cultura y Educación.
Por esa razón me atrevo a formular algunas sugerencias.
En el campo educativo, convendría establecer un curso de apreciación musical relacionado con las artes plásticas, literatura y danza. Fomentar la práctica masiva del canto coral y los talleres individuales de formación instrumental. En el campo de la difusión, organizar recitales y conciertos didácticos por niveles, así como reformular la política de la Dirección de Elencos del Ministerio de Cultura para que estos sirvan adecuadamente a diferentes sectores de la población. Asimismo, crear un espacio para la música clásica en la radio estatal. En el campo de la promoción, sería oportuno restablecer los premios de fomento a la cultura y, con ocasión del bicentenario, convocar un concurso de obras sinfónicas para su celebración. Del mismo modo, continuar con la puesta en valor de la obra del maestro José Bernardo Alcedo, recuperada gracias a un trabajo conjunto con colegas musicólogos chilenos y hoy depositada en la Biblioteca Nacional, e iniciar la recuperación de la obra del maestro arequipeño Pedro Abril Jiménez Tirado, considerados ambos los músicos más importantes de América del Sur en el siglo XIX. En el campo de la conservación, organizar un museo de la música y establecer el departamento de música de la Biblioteca Nacional.
La implementación de estas sugerencias puede ser parte de una hoja de ruta que iniciaría una revolución en el campo de la cultura que especialmente anhelamos educadores y artistas. Con un presidente músico, dicho anhelo está hoy más cerca de ser realidad.
Coincidentemente en Polonia, llegó a ser presidente el célebre músico, pianista y compositor Ignacy Jan Paderewski (1860-1941) quien, con la invasión nazi, debió emigrar a Estados Unidos. Gran intérprete de su compatriota Frederich Chopin, tuvo a su cargo la edición de su obra completa para piano. Entre sus composiciones se recuerda especialmente un delicioso minué que grabó en 1937. Se le recuerda, además, por haber establecido una beca para los compositores estadounidenses.