Que el presidente de China, Xi Jinping, reciba la máxima condecoración del Congreso de la República por la presidenta del Legislativo, Luz Salgado, ha sido algo tan difícil de entender como los caracteres chinos. Para mí, también. ¿En qué momento el dragón de siete cabezas que amenazaba nuestra supervivencia como país se convirtió en panda?
Hace unos años, el ex presidente de Uruguay José Mujica criticó a la comunidad internacional por ser tan condescendiente con China y tan intransigente con Cuba o Venezuela. La respuesta era tan obvia que no ameritaba la pregunta: China es una potencia económica importante. “Hay una tolerancia bárbara con China, pero no con Venezuela y Cuba”, se quejó.
Mujica calificó de “buenas” sus relaciones con China porque “no tiene más remedio”, ya que es el principal comprador de América Latina. Cuando le recordaron que China “no es el mejor ejemplo de un país que defienda los derechos humanos”, contestó: “Yo no voy a arreglar los derechos humanos en China”.
Ya en el 2010 le preguntaron qué opinaba del avance de los chinos, y el ex guerrillero contestó: “Esos sí son bravos… En quince años (2025) vamos a estar extrañando a los gringos”. Y ahora se ha mostrado a favor de que su país suscriba un tratado de libre comercio con China.
Debido a su intuición, Mujica aplicaba con China el tai chi y descartaba el kung-fu. Fue lo suficientemente flexible y pragmático para viajar a China en el 2013 con la meta de incrementar el intercambio comercial y las inversiones porque eso beneficiaba a Uruguay. Durante su visita a Beijing, hasta asado uruguayo les invitó a los líderes chinos.
Como el yin y el yang, nada es completo y todo es incompleto. Ese mismo que es tu amigo para unos temas, es tu enemigo para otros, al menos así se entiende en China. Quizá por ello el mandatario chino fue condecorado hace unas semanas con la medalla de honor del Congreso en el grado de Gran Cruz.
Pero Xi no solo es jefe de Estado, sino también presidente de la Comisión Militar Central y secretario general del Partido Comunista de China. Es el número uno de un país que se está transformando en una potencia mundial. Desde que el ex ministro de Economía Luis Castilla dijo en una presentación ante el Congreso que “le prendía una velita todos los días y rezaba para que China no se caiga”, quedó claro en el Perú, que estábamos atados a la cola del dragón.
Finalmente, China no se estrelló sino que está realizando un aterrizaje suave y cada vez más lento, aunque por momentos, quizás por estar en la cola, nosotros toquemos piso. Ahora que el modelo económico cambió y el dragón se ha convertido en un panda que no necesita una cola tan larga, buscamos nuevas formas de permanecer en su entorno.
Esta cercanía con China nos ha permitido sentarnos a la mesa con el fin de establecer un diálogo estratégico a través de un plan de acción intergubernamental para la cooperación en los próximos cinco años. De lo contrario, seguiríamos pegados a una cola que en cualquier momento se desprende y se cae al vacío.
El siguiente paso es lograr crecer en estas condiciones inestables, y a la vez tener la posibilidad de negociar acuerdos en mejores términos desde tierra firme. La medalla del Congreso para el mandatario chino ha sido como el Nobel de la Paz que recibió el presidente estadounidense luego de iniciar su primer mandato. Se entrega por adelantado para asegurar su compromiso con la causa.
Este también es un movimiento de tai chi.