Tras siete semanas, el conflicto en la franja de Gaza ha parado momentáneamente al firmarse una tregua el 26 de agosto. Esta considera iniciar negociaciones para que Israel alivie el bloqueo de la franja y permita abrir un puerto y un aeropuerto, así como para que Hamas se desarme parcialmente.
¿Durará esta tregua –como la relativa calma de enero del 2009 a noviembre del 2012– o será solo un breve interludio antes de un nuevo enfrentamiento sangriento?
Buscar la respuesta comienza por lo obvio: para mantener la tregua se necesitan ambas partes; para violarla basta una. Para Israel, la franja no tiene importancia económica ni estratégica. Y ni sus sectores más derechistas desean volver a ocuparla para anexarse a sus 1’800.000 palestinos. Lo único que Israel quiere es que la franja no sea una plataforma para lanzarle ataques con cohetes o mediante túneles. Por todo esto, Israel no tiene interés en reanudar las hostilidades.
Los intereses de Hamas son bastante distintos. El central es aumentar su poder militar lo más posible para reforzar el control que ejerce sobre la franja y sus habitantes desde el 2007; y para atacar nuevamente a Israel cuando quiera. Esto se explica por la meta final de Hamas, explícita en su misma constitución: destruir a Israel.
Siendo así, sus objetivos en las negociaciones son el levantamiento irrestricto del bloqueo, además de abrir el puerto y el aeropuerto sin controles para introducir armamento.
Además, Hamas necesita eso para justificar ante su gente toda la destrucción y muerte que les ha traído al iniciar la lucha con su decisión en julio de lanzar centenares de cohetes contra Israel.
Levantar el bloqueo no le bastaría, porque, ya antes de julio, Israel permitía la entrada de todo tipo de bienes a la franja, con la única restricción de materiales que podían usarse para hacer túneles (acero, cemento) y cohetes. Tendría que conseguir también el puerto y el aeropuerto. Sin embargo, es muy difícil que Israel acceda, porque lo único que haría sería abrir vías de entrada de armas que harían a Hamas mucho más fuerte para cuando decida atacar nuevamente a Israel.
Si Israel no cede en las negociaciones, Hamas podría optar por atacarla nuevamente con lanzadores de cohetes colocados cerca de casas, colegios y hospitales, esperar que la reacción israelí mate muchos civiles y buscar así la simpatía internacional para que otros países presionen a Israel a que le haga concesiones. En pocas palabras, aplicaría la misma estrategia utilizada en sus tres enfrentamientos anteriores con Israel.
No obstante, la situación ha variado. Parte de la población de Gaza ya no quiere más guerra, el apoyo de los países árabes a Hamas ha disminuido y, además, su interés se aleja cada vez más de Gaza y se dirige a las conquistas del Estado Islámico en Siria e Iraq.
Sin embargo, Hamas tiene otra alternativa. Si renunciara a su objetivo de destruir a Israel y propusiera negociaciones directas y serias, gran parte del pueblo israelí apoyaría –a cambio del desarme parcial de la organización– un acuerdo amplio para mejorar la economía y el nivel de vida en la franja.
Es así como la decisión de reanudar las hostilidades o buscar una paz duradera la tomará Hamas.