El efecto Pigmalión, por Juan Arroyo
El efecto Pigmalión, por Juan Arroyo
Juan Arroyo

Pocos conocen la historia del rey chipriota Pigmalión, quien frustrado en su búsqueda de la mujer perfecta, decidió crear esculturas preciosas hasta que se enamoró de una llamada Galatea. Una noche soñó que se dirigía a la estatua y, como se narra en el mito, “al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente… volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos”. A la mañana siguiente, la diosa Afrodita se le apareció y le concedió a Pigmalión la felicidad convirtiendo a Galatea en humana.

Este “efecto Pigmalión”, en que la fuerza de los deseos puede moldear la realidad, podría darse ahora en el Perú. Es cuestión de mucha pericia de los gobernantes y madurez cívica de todos, para que se puedan concretar los sueños de todos los peruanos. Porque estamos viviendo de nuevo un ciclo de optimismo. Esperemos que todas las tiendas políticas se percaten de la importancia de este ánimo positivo y no lo frustren. 

Las encuestas del Banco Central de Reserva respecto a las expectativas del empresariado en los últimos meses muestran que su confianza en la economía en el corto plazo (tres meses) ha evolucionado de 46 puntos en febrero, a 54 puntos en abril y 62 en agosto. En cuanto a la confianza en el mediano plazo (12 meses), estaba en 59 puntos en febrero, saltó a 65,9 en abril, y a 75 en agosto. 

Asimismo, una encuesta de Ipsos indica que la confianza para invertir se ha incrementado substancialmente en los últimos 12 meses. Mientras hace un año el 45% de la población pensaba que sus utilidades iban a subir, este año se ha elevado al 70%. Y en cuanto a perspectivas al 2021, el 95% considera que el Perú estará mejor en cuanto a negocios y gestión pública, y entre el 80% y 90% que estará mejor en la lucha anticorrupción, educación y seguridad, y que se reducirá la pobreza.

Por otra parte, como en el caso del empresariado, se aprecia una mejora de las expectativas de parte de la población. De acuerdo con Datum, a fines del año pasado más del 60% no confiaba en una recuperación de la economía, porcentaje que se ha reducido a 42% en agosto. Hoy un 56% tiene altas esperanzas de que el Perú esté mejor al final del gobierno de PPK y un 68% cree que sus propuestas económicas reactivarán la economía y generarán empleo. 

La cuestión que sobreviene ahora es: ¿se dará el efecto Pigmalión en el Perú? ¿Las expectativas positivas podrán generar una suerte de bola de nieve que nos lleve a otro nivel en el mundo? No sería la primera vez que lo psicológico muestre su poder. 

Justamente, viene emergiendo con fuerza la economía conductual, liderada entre otros por George A. Akerlof y Robert J. Shiller, que relieva el peso de las motivaciones no económicas, de las emociones y los valores en la toma de decisiones y en la conducta de las personas. Esto quiere decir que gobernar es más que solo presupuesto e inversión, y que se requiere también la gestión pública de la fuerza emocional, de la garra y autoestima nacional. 

Es cierto que no hay que exagerar y que se va a necesitar más que buenos deseos para triunfar. Pero se requiere desde el Ejecutivo y el Congreso un liderazgo nacional particular para este momento, con una sabia combinación de números y empatía, un mix de tecnicismo y gracia, para desencadenar ese juego en pared al que hemos llamado desarrollo.