"No solo la empresa se tardó en reaccionar y eso incrementó el impacto del derrame, también el Estado se ha tardado y aún se tarda en reconocer que este problema de gran magnitud requiere de una intervención sin 'politiquería'". (Foto: GEC)
"No solo la empresa se tardó en reaccionar y eso incrementó el impacto del derrame, también el Estado se ha tardado y aún se tarda en reconocer que este problema de gran magnitud requiere de una intervención sin 'politiquería'". (Foto: GEC)
Fabiola  Muñoz

El pasado 15 de febrero se cumplió un mes desde que se produjo un en nuestra costa que ha generado un “desastre ” para el Perú y ha dejado sin empleo a cientos de pescadores, emprendedores y cientos de otros actores vinculados al “verano” afectando, además, áreas naturales protegidas, decenas de kilómetros de playa, miles de animales de diversas especies de fauna silvestre entre aves, peces y lobos marinos y que, desgraciadamente, sigue incrementando su huella por la corriente marina. Pero, a estas alturas, ya no por el derrame en sí, sino por la falta de una respuesta debidamente organizada frente a este desastre.

Hasta el día de hoy no se ha podido identificar la existencia de un liderazgo visible para hacer frente a este desastre. No se ha podido ver a alguien que convoque, organice y, sobre todo, asegure un trabajo en equipo enfocado en lo que toca: reducir en todo lo que sea posible el impacto de este desastre.

Se está investigando –y hay que seguir haciéndolo– para conocer las responsabilidades. No obstante, hoy lo más importante es actuar para contener, limpiar y remediar. Hay que identificar y atender a los pescadores y todas las otras familias que viven del “día a día”, de lo que podían pescar o vender. Por supuesto, el tema ambiental es muy importante también y, para ello, se necesita una respuesta organizada.

El tiempo en los temas ambientales es clave. No solo la empresa se tardó en reaccionar y eso incrementó el impacto del derrame, también el Estado se ha tardado y aún se tarda en reconocer que este problema de gran magnitud requiere de una intervención sin “politiquería”. Como en muchos casos, no solo se percibe una falta de liderazgo. En este caso, se ha demostrado que nadie lidera este proceso para hacer frente al desastre del derrame en Ventanilla.

Ya no se trata de demostrar si existe o no “responsabilidad objetiva” por parte de la empresa para hacerse cargo, ya dijo que sí y que está dispuesta a correr con todos los gastos que sean necesarios. Pero ¿qué es necesario en esta situación?

Los ciudadanos necesitamos autoridades que, ante el desastre, sean capaces de organizar una respuesta efectiva, oportuna y que convoque a diferentes actores que pueden aportar. Esto no se ha visto y ello condiciona tener respuestas parciales, desarticuladas y poco efectivas, con el alto costo que deben pagar todos los afectados.

Tenemos una oportunidad de sumar, de trabajar juntos por algo que nos importa, y siento que el Estado está dejando pasar esa oportunidad, en mi opinión, para no “ayudar” a la empresa. No se ve un esfuerzo colaborativo y ese es un gran error.

El caso del derrame de petróleo exige que no haya distinción política para trabajar juntos. Esta experiencia debe hacernos reflexionar como sociedad sobre lo vulnerables que somos y lo poco preparados que estamos para enfrentar situaciones de crisis, especialmente vinculadas a temas ambientales.

Toda la evidencia científica nos demuestra con seguridad que, si no reducimos la temperatura del planeta, vamos a tener catástrofes ambientales por eventos climáticos extremos que pueden generar efectos como los que vemos por otras causas, por supuesto, y que podrían producirse en cualquier lugar.

El cambio climático no conoce de posturas políticas ni de partidos, ni de fronteras y, si no cambiamos, los efectos serán aun mayores que los de este derrame.

Nuestras autoridades tienen el deber de informarnos no solo sobre las acciones que realizan, sino sobre todo sobre su efectividad y hasta la fecha no siento que hayamos tenido una información fidedigna sobre lo que está pasando ni sobre la dimensión real del daño.

Si se toman las decisiones correctas, sería posible convertir esta desgracia en una oportunidad para discutir seriamente una agenda ambiental urgente para el Perú. De lo contrario, seguiremos a la deriva, sin el norte que un líder podría marcar.

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