Rubén Vargas Céspedes

Quedó claro, finalmente, que las convocatorias a las marchas levantando la bandera raída del fraude y contra el comunismo es la que le genera el 25% de apoyo a . Es gracias a la mochila pesada de la oposición que la estrategia de victimización le ha funcionado. También está fuera de dudas que para la mayoría de los padres y madres de la patria –aunque ahora, con más propiedad, se les llama ‘niños’– les conviene mantener en el poder a un personaje que, según la fiscalía, es cabeza de una organización criminal. Hay inversiones que recuperar, deudas por pagar o, más terrenalmente, quincenas e intereses (de economías ilegales) que defender. A esto se ha reducido, o tal vez siempre fue así, nuestro sistema político.

Por ello, aunque no pudieron comprar urea, seguirán hablando de la segunda reforma agraria. O, a pesar del acuerdo ignominioso con la coca ilegal, seguirán llenándose la boca con lucha frontal contra las drogas. Si la fiscalía allana, por enésima vez, Palacio de y el ministro del Interior culpa a los medios de comunicación del desborde criminal, deben entenderse como hechos cotidianos de un viernes cualquiera; total, para un sector importante del Congreso no estamos en crisis y, vamos, ya deberíamos aceptarlo. No sé ustedes, pero estaba pensando que tal vez tengan algo de razón. Si hemos normalizado el “roba, pero hace obra”, probablemente la pregunta que debería responder la sociología peruana es: ¿por qué no pasó lo mismo con todo lo anterior?

En fin, sin embargo, al parecer el problema es que en esta ecuación hay una variable que ha escapado de todos los cálculos y es el factor . Es algo así como cuando (en las películas de combate) todo está perdido y, de pronto, aparece un acto heroico de un francotirador que va colocando las balas de plata en la frente del enemigo, de ese que el sistema ya lo había adoptado y hasta convertido en simbionte. Sospecho que se dieron cuenta de que había un activo suelto después de las negociaciones para la entrega y conversión a colaborador eficaz de Bruno Pacheco. Gracias a Dios no encontraron ninguna cita en “El arte de la guerra” que pudiera indicar, por ejemplo, que también esto estaba fríamente calculado. Seguro que fueron sublimes los gestos de sorpresa y desconcierto cuando se enteraron de que el exsecretario general de Palacio había subido a un vehículo extraño en el puente Atocongo. Imagino que los US$20 mil encontrados en el baño de Palacio de Gobierno terminarán siendo anecdóticos frente al fenómeno de El Niño que podría adelantarse antes del próximo verano. Precisamente, esa es la gran virtud (que muchos temen) de la ley de colaboración eficaz: entregar un salvavidas para tener a toda la organización criminal. Los observadores agudos dicen que antes de este punto de quiebre, es decir, cuando Bruno estaba en el norte chico, en Palacio habrían estado muy tranquilos. Es más, muchos oficialistas ironizaban con las versiones de fraude del “pistolero” y las deudas del chancho al palo de la “infladita”. ¡No hay pruebas!, imagino que sería la exclamación más escuchada en los fines de semana de los escuderos.

Entonces, ¿por qué Harvey Colchado les genera –al parecer en las zonas más sensibles– escaldaduras parecidas a la viruela del mono? Podría ser porque se habría agarrado el hilo de la madeja de toda la estructura criminal y, ahora sí, de pronto se sienten en la cornisa. Sospecho que, en los próximos días podría haber más solicitudes de colaboración eficaz y decisiones judiciales que los políticos no podrán seguir diciéndonos: ‘normal nomás, no hay pruebas’. Quién sabe, ahora que se acerca octubre, tal vez el Señor de los Milagros por ahí se anime a concedernos un deseo.

En suma, la amenaza para los involucrados en los casos de corrupción del poder no viene de la Comisión de Fiscalización o del control político del Congreso y tampoco de la oposición, viene del trabajo que están realizando cuatro coroneles y una fiscal, que tienen como común denominador una reputación bien ganada, son la excepción a esa regla de que todo está podrido. Es dramático, pero qué duda cabe que, en efecto, está en las manos de este equipo recuperar lo poco que queda de eso que llamamos democracia.

Así se entiende mejor por qué el jefe supremo de las Fuerzas Armadas y de la Nacional y el ministro del Interior han convertido en su deporte favorito el hostigamiento, el amedrentamiento y la vulneración de los derechos constitucionales del coronel Colchado.

Cuando vemos que un policía honesto se ve obligado a recurrir al órgano jurisdiccional (hecho inaudito que quedará registrado en la historia de la lucha contra la corrupción) exigiendo el cese del sistemático hostigamiento de parte del presidente de la República, significa que estamos quemando los últimos cartuchos en la más modesta de las trincheras de combate. Leyendo la acción de amparo interpuesta por la defensa legal de Colchado me dije a mí mismo: “cuando este documento se convierta en lectura obligatoria en las escuelas de formación policial habremos ganado esta guerra”.

Rubén Vargas Céspedes es exministro del Interior

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