Un escándalo sexual en el que está implicado un alto ministro británico ha desencadenado una crisis política que pone en serio peligro el liderazgo de Boris Johnson. Aparte de las consecuencias personales para este primer ministro tan arrogante como popular, la crisis amenaza con sumir a Gran Bretaña en otra ronda de caos mientras lucha por adaptarse a las duras realidades de la vida fuera de la Unión Europea, así como a las persistentes secuelas de la pandemia del COVID-19.
Un político británico dijo una vez: “Una semana es mucho tiempo en política”, pero el repentino colapso de la fortuna política de Johnson parece haber ocurrido en el espacio de una tarde. Hace una semana, Johnson estaba sentado en la mesa alta de la política mundial, asistiendo a la cumbre de los líderes del G7 en Alemania para discutir la siguiente etapa de su respuesta a la invasión rusa de Ucrania.
Sin embargo, los dramáticos acontecimientos del martes por la tarde lo cambiaron todo. Dos de sus ministros más importantes, el ministro de Hacienda, Rishi Sunak, y el ministro de Sanidad, Sajid Javid, abandonaron sus puestos en protesta por la gestión de Johnson en torno de las acusaciones que rodeaban a un colega. Johnson había ascendido a Chris Pincher a un alto cargo de su gobierno, a pesar de haber sido informado de que Pincher se enfrentaba a acusaciones de conducta sexual inapropiada contra dos hombres. Pincher es un fiel seguidor del primer ministro, cuya popularidad ha disminuido en los últimos meses, sobre todo debido a la indignación pública por las ilegales fiestas de borrachera celebradas en las oficinas del gobierno durante la cuarentena por el COVID-19. Johnson ha admitido que el nombramiento de Pincher fue “un error”.
En unos comentarios que arrojan dudas sobre la integridad moral de Johnson, el exministro de Economía Sunak pidió que el gobierno se hiciera “de forma adecuada, competente y seria”. Boris Johnson ha pasado de ser la mascota electoral del partido –el hombre que hizo posible el ‘brexit’– a convertirse en un paria político tóxico. Sus oponentes dentro del partido dicen que es humillante ser dirigidos por un líder tan comprometido moralmente. Quieren que haga “lo más decente” y dimita.
No hace mucho tiempo, todas las discusiones en el seno del Partido Conservador giraban en torno de si Johnson, que superó con las justas una reciente votación de confianza de sus compañeros conservadores en el Parlamento, seguiría cojeando como líder de cara a las próximas elecciones nacionales dentro de dos años. Ahora se habla de si durará una semana más. Sus oponentes se centran en una cuestión: cómo deshacerse de Johnson y nombrar un nuevo líder antes de que la economía británica empeore.
Si Johnson se niega a dejar el cargo, sus oponentes presionarán para que se cambien las normas del partido y se pueda celebrar una segunda votación de confianza en el menor tiempo posible. Con las normas actuales, tendrían que esperar otro año para votar sobre el liderazgo de Johnson. Pero la percepción de que el líder ha pasado el punto de no retorno aumenta la probabilidad de que el partido conservador parlamentario permita un cambio en las reglas.
Si se celebrara otra votación de confianza este año, los oponentes de Johnson están seguros de que perdería, un resultado que desencadenaría una contienda entre los conservadores de alto rango para ver quién tomaría el relevo como primer ministro. Sin embargo, hay otros factores que pueden pesar a favor de Johnson. El tiempo es uno de ellos. El Reino Unido se enfrenta actualmente a una dramática subida de precios, con una inflación del 11%. En estas condiciones, un nuevo líder se vería inmerso directamente en una crisis económica, que podría amenazar su capacidad de gobernar, al tiempo que daría mucha munición a los partidos de la oposición. Un concurso de liderazgo conservador también podría distraer la atención pública de la debilidad potencialmente fatal del líder laborista de la oposición, Keir Starmer.
Lo cierto es que nadie sabe si el liderazgo de Johnson sobrevivirá a esta última crisis, la peor de su mandato. Las dudas sobre su capacidad de liderazgo han ido en aumento: muchos de sus partidarios se han escandalizado por su postura agresiva en una disputa de soberanía que involucra a la provincia británica de Irlanda del Norte, que aún opera bajo las normas comerciales de la UE, así como por un controvertido plan para transportar a Ruanda a los solicitantes de asilo rechazados. Johnson llegó al poder prometiendo “unir y nivelar” el país. Pero la economía británica lucha por recuperarse de la ruptura con Europa, mientras la riqueza y el poder siguen concentrados en Londres y el sureste. Johnson ha demostrado un verdadero liderazgo en su apoyo a Ucrania, pero sigue existiendo la percepción de que su única prioridad es la autopreservación, una habilidad que está a punto de ponerse a prueba.