Gabriela Perona Zevallos

Es difícil describir con palabras la emoción que siento cuando ingreso a un núcleo de . Es una mezcla de alegría desbordante, melodías entrelazadas y un sonido encantador. Es un entusiasmo palpable, una comunidad vibrante: esa es la magia que se respira en cada uno de nuestros centros. Cada día, más de 6 mil niños, niñas y adolescentes acuden a los núcleos de Sinfonía por el Perú en busca de una formación musical de excelencia. A esa magia de la que hablo la hemos bautizado como “el poder transformador de la música”.

Al adentrarme en cada aula de la escuela que nos acoge, encuentro a maestros entregados, que dedican su tiempo y esfuerzo para enseñar a los más pequeños y hasta a los jóvenes cada técnica musical con una pasión desbordante. La música se convierte en el vehículo que impulsa el desarrollo de habilidades fundamentales para la educación de los niños, su desarrollo socioemocional y su vida en comunidad. Y, gracias a nuestra metodología, hemos podido constatar en evaluaciones de impacto que nuestros beneficiarios demuestran un aumento en la creatividad, la resiliencia, la autoestima, la concentración y la disciplina.

Pero el impacto de la música va mucho más allá. Existe otra dimensión poderosa en nuestra intervención: la capacidad de crear en comunidad. En un mundo donde cada vez más nos alejamos del pensamiento colectivo, de considerar el bien común y de construir vínculos de responsabilidad y empatía con nuestro entorno, nuestros núcleos ofrecen un espacio donde los ensambles musicales se convierten en una oportunidad para forjar un sentido de colectividad desde temprana edad. Aquí, la escucha activa, la armonía y el equilibrio son las claves para construir vínculos significativos. Esto potencia habilidades de cooperación, respeto por la diversidad y empatía en cada participante. Y lo más valioso es que estas se extienden a sus hogares, barrios y comunidades. No es de sorprender, entonces, que nuestras evaluaciones revelen una reducción en la agresividad, una menor tolerancia al trabajo infantil y una disminución en el castigo físico hacia los menores.

Al llegar al auditorio de la escuela, me encuentro con la orquesta completa del núcleo de Arequipa ensayando. Dos jóvenes salen al frente como solistas: Kiara y Joaquín. Su voz resuena de forma increíble, mientras sus compañeros los acompañan con orgullo y energía. Las habilidades musicales y el desarrollo artístico son la esencia misma de nuestra labor. Creemos firmemente en el acceso democrático a la formación musical, porque creemos que cada niño merece este derecho. El arte nos convierte en ciudadanos plenos, sensibles y libres, y la inversión en cultura tiene un impacto directo en el desarrollo de las sociedades.

Organizaciones como Sinfonía por el Perú funcionan gracias al apoyo de personas, empresas e instituciones que creen en el poder transformador de la música y que apuestan por la niñez. Por ello, hemos lanzado una campaña para invitar a todos a convertirse en socios de Sinfonía por el Perú. Los invito a formar parte de este gran movimiento. La micro filantropía nos permite involucrarnos directamente en el bienestar de una persona.

Mientras salgo del núcleo, siento una esperanza abrumadora. La música no solo ha llenado mi corazón, sino que vislumbro un futuro prometedor en manos de los más pequeños.

Súmense a Sinfonía por el Perú en: .

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gabriela Perona Zevallos es directora de Sinfonía por el Perú