No ha pasado mucho tiempo desde que las mujeres en el Perú pudieron acceder a la participación y representación política por primera vez. Hasta hace poco más de 60 años, no eran consideradas ciudadanas y el derecho al voto, que se otorgó de manera simbólica para las elecciones municipales de 1933, no fue ejercido realmente hasta 1956. En esa primera elección, se eligieron a cinco mujeres de 182 diputados y a una única senadora de un total de 53. Sin embargo, no fue recién hasta 1979, con el voto universal, que las mujeres en toda su diversidad tuvieron la posibilidad de votar sin restricciones. Desde ese entonces, la representación de las mujeres en política parece ser un camino cuesta arriba que, con avances y retrocesos, venimos escalando lentamente.
En los últimos 20 años de vida política, hemos visto cambios importantes en la lucha por esta representación. Acciones afirmativas y normas, como las cuotas a nivel subnacional y la ley de paridad y alternancia, buscan asegurar la presencia de mujeres en los espacios de toma de decisiones. Los resultados han sido evidentes: hoy tenemos el mayor porcentaje de parlamentarias en nuestra historia republicana, con 47 escaños ocupados por mujeres en el Congreso actual (el 36,15% del total). En las elecciones del 2021, las listas presentadas por los partidos políticos tuvieron una representación paritaria de hombres y mujeres, y las militancias de mujeres en partidos políticos han aumentado hasta el 48%.
Sin embargo, crear normas no termina por garantizar que se alcancen estos espacios. Solo dos de las fórmulas presidenciales presentadas llevaban mujeres a la cabeza, únicamente el 20% de las listas al Congreso tenía en el primer lugar a una mujer y el 40% de ellas fueron ubicadas en el tercio medio.
Otros espacios en los que no se aplica por obligación la paridad, como en los Gabinetes de ministros, siguen siendo una muestra de la necesidad de acciones afirmativas para asegurar la representación. El Perú ha visto gabinetes casi paritarios, como el del 2020, compuesto en un 42% por mujeres, pero también gabinetes con representaciones tan bajas como 17%, 11% y hasta 6% en el 2001. Los ministerios que ocupaban las mujeres en estos casos, además, fueron los tradicionalmente asociados a las labores de cuidado de poblaciones en situación de vulnerabilidad. Es necesario cambiar, entonces, no solo las normas, sino también las percepciones e ideas de la sociedad en cuanto a los roles femeninos para que la participación pueda continuar creciendo y siendo efectiva.
Por otro lado, hablar únicamente de una representación descriptiva no es suficiente. Tener más mujeres en espacios de decisiones es un paso en la dirección correcta, pero debemos ir más allá de los números. Debemos apuntar a una representación sustantiva; es decir, independientemente de si se trata de hombres o mujeres, debemos optar por representantes que se comprometan con la agenda política de las mujeres y la igualdad de género. Solo así podremos empezar a cerrar las brechas profundas a las que todavía se enfrentan miles de mujeres y niñas en el país, y que representan un gran desafío para el desarrollo del Perú.
No basta con tener un 50% de mujeres en el poder si es que no se va a trabajar activamente sobre propuestas que avancen en las prioridades de igualdad de género y la mejora del acceso a oportunidades y condiciones de vida de mujeres y niñas. Por ejemplo, por más que hayamos logrado una representación descriptiva histórica, solo seis de los partidos en campaña en el 2021 estaban comprometidos con la problemática del acceso a planificación familiar; un punto clave en la agenda de la igualdad de género. Además, la mayoría de las propuestas estaban enfocadas en la respuesta a la violencia que, si bien es clave, es un enfoque insuficiente. Es necesario que todos y todas las representantes se comprometan con propuestas integrales para atender las causas y consecuencias de estas problemáticas diversas.
Resulta fundamental que sean propuestas formuladas con un enfoque de interseccionalidad e interculturalidad, entendiendo que las mujeres en el Perú no son un grupo homogéneo, sino que viven realidades y exclusiones diversas que las pueden colocar en condiciones de mayor o menor vulnerabilidad. Es especialmente importante prestar atención a la representación y participación de mujeres indígenas, afroperuanas, jóvenes, con discapacidades y LGBTIQ+, que han sido históricamente relegadas de la esfera política y tienen necesidades clave que agudizan las brechas de género que ya enfrentan por ser mujeres.
Una mayor participación y representación sustantiva de las mujeres en política traerá beneficios al país como el avance en el cierre de brechas y el camino a la igualdad, lo que nivelará el campo para poder avanzar hacia el desarrollo de todas las personas. Ya hemos dado importantes pasos en cantidad; ahora es momento de enfocarnos en reconocer la responsabilidad, tanto de mujeres como hombres, en la calidad de las propuestas para asegurar que las mujeres y niñas del Perú puedan desarrollarse plenamente en igualdad.
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