" Esa peculiaridad irrepetible le otorga una fortaleza quizá única a una experiencia institucional indudablemente exitosa" (Foto: Tripadvisor).
" Esa peculiaridad irrepetible le otorga una fortaleza quizá única a una experiencia institucional indudablemente exitosa" (Foto: Tripadvisor).
Luis  Hierro López

Cada pueblo tiene derecho a resolver a su modo las cuestiones del pasado: enjuiciando a los responsables de enfrentamientos o amnistiándolos. Lo que no podrían hacer las sociedades es seguir enredándose en el pasado, dando lugar a sentimientos de venganza que empequeñecen los destinos. , por ejemplo, ha optado por el camino del perdón.

Es muy difícil comparar las situaciones internas de los países, la intensidad de los conflictos, la cantidad de muertes que provocaron, la degradación de la vida democrática y las heridas a la paz que significaron. Por eso, es también muy difícil imitar modelos de pacificación, ya que las historias y las tradiciones nacionales pesan mucho al momento en que una sociedad empieza a buscar un camino de salida tras un conflicto bélico, una guerra civil o un asalto terrorista.

Basándose precisamente en sus tradiciones, Uruguay reconquistó su democracia en 1985 a través de las amnistías –fueron dos leyes-, que vinieron a repetir un camino habitual en nuestra historia plagada de enfrentamientos armados, tras los que Uruguay “dio vuelta a la página”: no enjuició a los responsables y perdonó sus delitos. Esa instancia significó extremos elocuentes que dieron cuenta de su excepcionalidad: un extupamaro amnistiado, José Mujica, llegó posteriormente a la Presidencia de la República por la vía de las urnas, y la amnistía a los militares que durante la guerra interna cometieron violaciones a los derechos humanos fue puesta a ratificación popular en dos etapas diversas, separadas por 20 años, y en ambas ocasiones obtuvo el respaldo popular. Esa peculiaridad irrepetible le otorga una fortaleza quizá única a una experiencia institucional indudablemente exitosa, con la excepción de que a través de vericuetos legales se ha logrado procesar desde el año 2011 a un grupo de militares incluidos originalmente en la amnistía. Pero como método de pacificación, el camino de las amnistías ha sido amplio y generoso. A escala uruguaya (es decir, pequeña), mi país vivió también los horrores de la violencia, el terrorismo y la represión. Pero ya han pasado 37 años desde la instalación del primer gobierno democrático, con la característica de que, en su transcurso, se han alternado pacíficamente en el ejercicio del poder libremente constituido partidos de todas las orientaciones ideológicas y políticas.

Cuando a mediados de los años 80 los opositores a la dictadura uruguaya vislumbrábamos opciones de salida, nos apoyábamos mucho en el modelo español. Una salida basada en el consenso político y social, sin enjuiciamientos, dio lugar a una sólida democracia tras casi 40 años de franquismo.

Lo que ocurre es que las amnistías no son solo legales, sino que responden a un “estado del alma”, como definió la situación el expresidente uruguayo Jorge Batlle. Un estado del alma que indica que son más fuertes y prósperas las sociedades que se dedican a construir sus futuros que a entreverarse una y otra vez en las trampas de sus pasados.

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