Aún estamos lejos de las elecciones como para poder sacar conclusiones sólidas, pero que la última encuesta a escala nacional preparada por Ipsos el mes pasado indique que las dos personas que lideran la intención de voto sean representantes de la derecha peruana debe estar dejando sin sueño a más de uno. Según la misma, Keiko Fujimori obtiene un 32% de la preferencia del electorado y Pedro Pablo Kuczynski (PPK) un 14%.
Además, lo que la encuesta permite observar es que la intención de voto por Keiko se incrementa conforme uno se introduce al Perú profundo. De un 29% en Lima, la representante de Fuerza Popular asciende a un 34% en el interior y a un 40% en el interior rural. Lo contrario sucede con PPK. No obstante, la campaña de este tiene un importante elemento que la de Keiko carece: un reconocido asesor y estratega político a la cabeza, el brasileño Luis Favre, quien estuvo detrás del éxito de Ollanta Humala en el 2011 y de la negación a la revocatoria de Susana Villarán en el 2013. Pareciera ser que, por fin, la derecha en el Perú entendió que las campañas políticas no se improvisan y que requieren de un profesional administrándolas.
A simple vista estos resultados podrían significar una garantía de continuidad del modelo económico. Sin embargo, se podría decir también que representan un retorno a la economía de libre mercado que se supone el Perú aplica para continuar con el desarrollo de su sociedad. Si bien muchos opositores acusan al presidente Humala de alejarse de su propuesta inicial para convertirse en un defensor del sector privado, lo cierto es que esto último no ha sido del todo cierto. Nos encontramos ante un gobierno que no ha sabido cumplir con ninguno de los bandos. Ojalá esta lección también la aprendan los candidatos del futuro: no se puede pretender llegar al poder realizando ciertas promesas en la primera vuelta, para luego ofrecer algo diametralmente opuesto en la segunda y finalmente asumir el mando y no aplicar nada de lo ofrecido.
En todo caso, que PPK sea un impulsador de las reformas económicas que el Perú necesita aplicar para afianzar el modelo de crecimiento es lo más probable. Que Keiko lo vaya a ser sí genera dudas, pues ella misma ha definido la posición del fujimorismo como una de centro izquierda (pese a defender reformas que hizo su padre que definitivamente encajarían en la derecha). Por otro lado, las dos medidas que podrían haberla definido como una persona de derecha –el aporte de independientes a las AFP y la ley laboral juvenil– fueron derogadas con su apoyo y posterior celebración. Es verdad que PPK también apoyó su derogación, pero por lo menos planteó una alternativa liberal en ambos casos.
El siguiente gobierno tendrá la oportunidad de ser la prueba que necesitamos para demostrar a la población peruana que la economía de libre mercado no tiene que ser antidemocrática y que puede reflejarse en un verdadero incremento en la calidad de vida de todos los peruanos. Algo así como la oportunidad que tuvo Humala –y que dejó pasar– de demostrar que un gobierno de izquierda no tiene por qué significar la destrucción de nuestra maquinaria productiva.