"La receta es clarísima y la repiten en cada país: dividir a la sociedad, exacerbar las tensiones sociales, financiar profusamente a candidatos populistas, llegar al poder por vía electoral y, una vez allí, quedarse a como dé lugar". (Foto de MARTIN BERNETTI / AFP).
"La receta es clarísima y la repiten en cada país: dividir a la sociedad, exacerbar las tensiones sociales, financiar profusamente a candidatos populistas, llegar al poder por vía electoral y, una vez allí, quedarse a como dé lugar". (Foto de MARTIN BERNETTI / AFP).
/ MARTIN BERNETTI
María Corina Machado

De han llegado al Perú centenares de miles de ciudadanos, familias completas, madres sin niños, jóvenes sin padres, esposas sin sus maridos, maridos sin sus esposas. Atrás quedaron corazones rotos, hogares a medio llenar, sueños y ahorros. Hoy ya son cerca de 1.200.000 venezolanos en el Perú.

Un país como el nuestro, acostumbrado a recibir millones de inmigrantes durante generaciones a lo largo del siglo XX. Desde españoles, italianos, portugueses y europeos en general huyendo de las guerras, chilenos y argentinos que escaparon de la dictadura o los colombianos en momentos de crisis económica o desplazados por el conflicto armado: siempre tuvimos los brazos abiertos.

En dos décadas, el país que recibía gente de todas las nacionalidades y se enorgullecía de su diversidad cultural, el país democrático que se vanagloriaba de una vigorosa y educada clase media, el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, hoy obliga a sus hijos a partir para poder sobrevivir.

De Venezuela para el Perú también han llegado los tentáculos de un sistema criminal cuyas actividades no se pueden contener en nuestras fronteras y que ya han hecho estragos en Chile y en Colombia. La fachada de esta estructura es ideológica: el , el Grupo de Puebla, y sus agentes europeos (Rodríguez Zapatero, Pablo Iglesias, entre otros) y americanos (Evo, Lula, Correa, Samper). Por detrás, tienen una alianza geopolítica con los regímenes de Rusia, China, Irán, Cuba y Turquía, que cada día hacen más evidentes sus vínculos financieros, de inteligencia, de propaganda y militares. Pero su verdadero soporte es una intrincada red criminal que incluye los cárteles de la droga, del crimen organizado internacional y grupos terroristas desde la FARC y el ELN hasta Hezbolá y Hamas.

La receta es clarísima y la repiten en cada país: dividir a la sociedad, exacerbar las tensiones sociales, financiar profusamente a candidatos populistas, llegar al poder por vía electoral y, una vez allí, quedarse a como dé lugar. Para eso es necesario tomar el control del sistema judicial, acabar con los medios y periodistas que no se plieguen al sistema, crear una nueva clase empresarial con sus cómplices, infiltrar y crear su propia “oposición” e imponer una nueva “Constitución” que legitime el poder indefinido, mientras persiguen y atropellan a todo el que piense distinto.

Hace 20 años, ante la amenaza de Chávez, muchos venezolanos decían: “Venezuela no es Cuba”. Hoy escucho a muchos amigos decir: “Argentina no es Venezuela”, “México no es Venezuela”, “Perú no es Venezuela”. Lo demás es historia.

Los demócratas de Occidente no podemos subestimar esta operación transcontinental que avanza y tiene en su mira a todos los países del hemisferio. A todos. Colombia está hoy sometida a estas fuerzas, Chile enfrenta un desafío enorme y que determinará su futuro por varias décadas y, aunque Ecuador ha logrado que la propuesta democrática y defensora de la libertad de Guillermo Lasso triunfe, esto no implica que se acabó el peligro; seguirán al acecho dispuestos a retomar el poder como en Bolivia y Argentina. Por ello, la continua vigilancia y la defensa de las instituciones democráticas es un deber y una oportunidad para articularnos.

Por eso hoy, de Venezuela para el Perú, envío mi fuerza y mi confianza. Sé que la experiencia desgarradora de destrucción de mi patria sirve de alerta para que ustedes, peruanos, no cometan los mismos errores. Defender al Perú de las garras de esta operación es una tarea ciudadana, pero que también requiere de partidos, de organizaciones de la sociedad civil, de intelectuales y de todos aquellos comprometidos con la libertad y con la democracia.

Ustedes, queridos peruanos, tienen enfrente la posibilidad de elegir su futuro: la violencia, la miseria y la opresión que ineludiblemente traería caer en las garras del sistema socialista y criminal, o el reencuentro de una sociedad plural que avanza en el fortalecimiento de las libertades individuales y la prosperidad de toda la nación.

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