(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Paula Muñoz

La crisis política que culminó con la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski se produce en un año en que elegiremos autoridades municipales y regionales. ¿La política nacional de los últimos dos años impactará en estas elecciones? Considero que los acontecimientos políticos recientes no afectarán de forma significativa los resultados de los próximos comicios.

Desde el 2006, ha quedado cada vez más claro que la política nacional y la local están crecientemente distanciadas. Vemos que los “ganadores” en las elecciones subnacionales son movimientos regionales. Pero el peso electoral de dichos movimientos no debe ser confundido con la emergencia de protopartidos regionales. A nivel subnacional prima lo que el politólogo Mauricio Zavaleta ha llamado “colaciones de independientes”: candidatos que se juntan para inscribirse y competir en una elección, pero no sobreviven como colectividad más allá de esta. De hecho, no tenemos aún movimientos regionales orgánicos que sobrevivan exitosamente a sus líderes fundadores. Si no, veamos como ejemplo la estrepitosa derrota de Nueva Amazonía, que se creía era uno de los movimientos regionales más orgánicos, cuando postuló en el 2014 sin tener a César Villanueva como candidato.

En este contexto regional de fragilidad y desarticulación política, la prohibición de la reelección inmediata de gobernadores y alcaldes profundizará la fragmentación electoral. Las posibilidades de que las agrupaciones políticas de las actuales autoridades puedan reelegirse con un sucesor son bajas, dada la alta personalización de la política. Por ello, la cancha electoral estará más abierta en varias jurisdicciones en las que la actual gestión es conducida por un político que hubiera podido ser reelegido. Es decir, las elecciones de este año serán más inciertas de lo que normalmente son, y ya lo son bastante.

También hemos visto cómo incluso los partidos “nacionales” que obtienen un alto apoyo fuera de Lima en elecciones generales fracasan en las subnacionales, como sucedió con el humalismo en el 2006 y en el 2014. De hecho, como han mostrado las politólogas Flavia Freidenberg y Julieta Suárez Cao, el Perú es uno de los tres países de América Latina en los que la incongruencia de la estructura de competencia entre el nivel nacional y subnacional es más alta.

¿Qué significa esto? Que a los partidos con representación en el Congreso les va muy mal en las elecciones subnacionales pues casi no obtienen victorias. Los partidos muestran de una elección a otra su escasa capacidad siquiera para presentar candidaturas en todos los distritos electorales. Dados el gran desprestigio de las etiquetas partidarias y la incapacidad de la mayoría de partidos para ofrecer algo concreto para la campaña a los candidatos locales (recursos organizacionales, logísticos o financieros), resultan poco atractivos como una opción a la cual sumarse en las elecciones subnacionales. Algo diferente sucede en las elecciones congresales en las cuales los partidos sí retienen el monopolio de la representación política.

Solo en el 2014 vimos que esta tendencia de precario desempeño partidario a nivel subnacional cambió un poco. Si bien los partidos en su conjunto no ganaron más oficinas, dos partidos, Fuerza Popular (FP) y especialmente Alianza para el Progreso (APP), acumularon más victorias.

Por un lado, APP logró atraer un importante número de candidatos viables por ser el único partido que apoya financieramente a los candidatos locales. Acuña tiene ambición política y “plata como cancha” para repartir.

Por otro lado, FP apostó por jugársela en estas elecciones como una forma de acumular electoralmente para las presidenciales del 2016. ¿Qué ofrecía este partido a los potenciales candidatos locales del 2014? Primero, una etiqueta partidaria que ya había mostrado buen desempeño en el 2011. Segundo, y más importante aun, aquellos que no lograban obtener una victoria el 2014 estarían en mejor posición para negociar su inclusión como candidatos al Congreso por FP en el 2016, un partido que, por el arrastre de su candidata presidencial, lograría ganar varios escaños. Ir con FP entonces se volvía también atractivo, sobre todo para los candidatos a la elección regional.

Dada la actual coyuntura, es probable que estas dos fuerzas repitan el plato pero sin resultados aplastantes, considerando la alta incertidumbre y fragmentación que observaremos. De un lado, César Acuña buscará seguir acumulando electoralmente para incrementar las posibilidades de su candidatura en el 2021. Ya hizo público su interés de consolidar a APP como partido líder a nivel subnacional. Es decir, está dispuesto a seguir gastando.

De otro lado, los acontecimientos recientes y el desprestigio del Congreso afectarán el potencial de FP para crecer significativamente de cara al 2021. Si bien FP logra debilitar a la facción kenjista y forzar la renuncia de Kuczynski luego de la difusión de los ‘mamaniaudios’, sale golpeado del proceso de confrontación de los últimos meses, lo que se expresa en la caída de popularidad de su lideresa. Pero, con todo, FP aún mantiene la delantera electoral para el 2021. Por tanto, no sería de extrañar un rendimiento similar al del 2014.

Por lo demás, los otros partidos congresales están divididos o golpeados, por lo que resulta difícil pensar que logren revertir esto antes de junio en que se inscriben las candidaturas. Más probable es que algún líder al estilo Acuña logre expandir su marca.

En resumen, lo más probable es que a fin de año veamos un poco más de lo mismo: movimientos regionales diversos como los “ganadores” de la elección y dos partidos nacionales que muestran un buen (pero aún magro) desempeño electoral en medio de la fragmentación política subnacional. Una fragmentación persistente que facilita que siga incrementándose la penetración de intereses informales e ilegales en el sistema político.