El ex ministro Luis Carranza, en su artículo “Encrucijadas” (El Comercio, 31/3/2015), vaticina un estancamiento para el Perú. Para explicarlo, arguye razones institucionales de larga data (un Estado ineficaz para garantizar la propiedad y los contratos, falta de confianza en el Estado e incapacidad para proveer buenos servicios públicos). Sin embargo, y sin mayor explicación, culpa a este gobierno de ello. En el camino, indica que el Plan Nacional de Diversificación Productiva (PNDP) confunde la causa con el efecto del crecimiento.
A menos que uno crea que nuestra debilidad institucional comenzó con este gobierno, sus argumentos son inconsistentes. Y solo pueden entenderse en quien ha optado –desde hace ya algún tiempo– por plasmar una visión partidaria, disfrazándolo de un análisis económico serio.
Nuestra economía ha reducido su ritmo de crecimiento pero no pasa por una crisis. El progresivo deterioro institucional ha sido agravado por la drástica caída de los precios internacionales de materias primas y por factores internos como el ruido político y el aumento de regulaciones y tramitología que heredó el gobierno, la continuó al comienzo, pero que ha empezado a revertir.
El ex ministro soslaya el impacto de los precios de materias primas. Nuestro crecimiento se aceleró entre el 2002 y el 2011, cuando estos precios crecieron vertiginosamente. El cobre aumentó de 60 dólares la libra en noviembre del 2001 a casi 450 en abril del 2011. Hoy está en 275 dólares. Igualmente, la plata aumentó de 4 dólares la onza en noviembre del 2001 a casi 50 dólares en abril del 2011. Y ha caído a 17,5. La mayor prueba del impacto es que toda la región vivió el ‘boom’ y ahora crece mucho menos.
“¿Qué hizo Carranza para construir ese marco institucional sólido en años de precios récord de commodities? ¿Se construye ese marco de legitimidad y confianza con un discurso como el del Perro del Hortelano…?”, se pregunta Eduardo Dargent (“La República”, 4/4/2015). Por el contrario, se debilitó más al Estado: el recorte populista de sueldos a funcionarios públicos fue una clara señal de ello.
El ex ministro acierta cuando asume que el crecimiento conlleva a la diversificación productiva. Pero se equivoca cuando cree que el Estado no puede facilitarla. Si la diversificación se hubiera impulsado durante el ‘boom’ de materias primas, hoy estaríamos mejor posicionados. Sus errores de apreciación nos llevaron a la costosa política del piloto automático.
¿Cómo puede el Estado facilitar la diversificación? Fundamentalmente mediante políticas transversales. El formidable fortalecimiento de la educación en este gobierno, la mejora sustancial en infraestructura y el impulso a la innovación son ejemplos concretos. Cuatro cifras. El presupuesto en educación de 2,8% del PBI el 2011, será 4% del PBI al 2016. En el 2011 Huancavelica tenía solo 22% de vías nacionales pavimentadas. Tendrá 97% en el 2016. Igualmente, el porcentaje de hogares rurales con saneamiento pasó del 38,4% en el 2011 al 64% en el 2014 y el presupuesto en innovación creció 15 veces.
El Estado también está atacando trabas sectoriales para impulsar “nuevos motores”. Hemos instalado mesas técnicas ejecutivas en los sectores forestal, acuícola e industrias creativas, con el objetivo de destrabar cuellos de botella que impiden su despegue, casi siempre relacionados con una regulación inadecuada y excesiva tramitología, problemas de derechos de propiedad, sanitarios, o ausencia de innovación. También buscamos aumentar la productividad con transferencia tecnológica a través de los centros de innovación CITE, que ayudarán a reducir la desigualdad productiva.
Continuar con los buenos principios económicos (macroeconomía sólida, economía liberalizada, promoción de inversiones), es necesario pero no basta para que estos sectores despeguen. ¿Si no, cómo se explica que nuestro sector forestal exporte lo mismo que hace 10 años, siendo el Perú un país rico en extensión de bosques y habiéndose deforestado más de 10 millones de hectáreas? La mesa forestal está recuperando el tiempo perdido. Ha logrado avances impresionantes de los que los agentes involucrados pueden atestiguar.
Admitamos que el crecimiento potencial de nuestra economía es por ahora menor por la confluencia de varios factores: la caída del precio de las materias primas, deterioro institucional, incertidumbre y errores de política. Pero admitamos también que el gobierno está implementando políticas que nos deberían encaminar al desarrollo. Que el arquitecto del piloto automático eluda su responsabilidad por lo que dejó de hacer en tiempos mejores es, por decir lo menos, paradójico.