Maurizio Cavani

Han pasado tres años y medio desde que inició la pandemia del . El 5 de mayo del 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) el estado de emergencia global. Pero ¿qué significa esto? Un estado de emergencia global es un suceso que constituye un riesgo para la salud pública de todos los estados debido a la propagación de una enfermedad que requiere una respuesta coordinada de los mismos. Bajo esta definición, la enfermedad ya no implica un mayor esfuerzo que el de los gobiernos locales para controlar la propagación. Ello se evidencia, también, en la proporción de la cantidad de infectados diarios frente a la proporción de decesos en el mundo, que pasó de 100.000 semanales en el 2021 a los 3.500 semanales de la actualidad. Este es un claro indicador de que los mecanismos de control sanitario y las vacunas han funcionado.

Pero esto no significa que la pandemia haya terminado. A partir de los datos es prudente afirmar que el virus aún sigue entre nosotros y que sigue evolucionando en variantes que mantienen el nivel de contagio al mínimo. Cada nueva variante dentro de la familia de contiene cambios mínimos que no influyen en gran medida sobre los dos parámetros epidemiológicos principales: la transmisibilidad y la evasión inmunológica.

Entonces, ¿todo esto quiere decir que el virus está repletándose de mutaciones con miras a desaparecer en algún momento? Partiendo de la literatura científica actual, diría que no; en todo caso, lo que está ocurriendo es un proceso de adaptación, pero, –atención– no en el ser humano.

En diferentes fuentes de divulgación, periódicos y revistas científicas han sido publicados estudios filogenéticos que indican que la evolución viral podría estar ocurriendo en otras especies que, al final, funcionan como reservorios. Ello significa que cada subvariante de ómicron que identificamos mediante la vigilancia genómica proviene de un proceso llamado zoonosis reversa.

¿Qué significa la zoonosis reversa? Básicamente es un mecanismo por el cual el humano infecta a un animal, y el animal funciona como reservorio para infectar de nuevo a otros humanos. En este caso en particular, al momento de analizar la data obtenida gracias a la vigilancia genómica, se ha postulado que los millones de generaciones que requiere un virus para asentar una mutación en su genoma podrían ocurrir en estos animales. Estos son los reservorios.

Las mutaciones que se asientan durante este proceso evolutivo pueden ser beneficiosas a tal punto de generar resistencia a las vacunas actuales. Por ello, me parece importante que el término ‘zoonosis reversa’ se difunda porque ello indica que, en cualquier momento, otra variante del coronavirus puede volver y, con ello, tendríamos otra pandemia. Hay mucha evidencia sobre cuáles serían los posibles reservorios animales y la implicancia que tendría, aunque todavía no hay investigación concluyente. Por esta razón, la investigación en coronavirus no debe parar y las entidades privadas y estatales que dan financiamiento deberían seguir dándole una fuerte prioridad.

Finalmente, sería un error si, frente al comunicado publicado por la OMS, los estados bajan la guardia o dejan de lado todos los mecanismos sanitarios puestos en práctica durante estos últimos años. En todo caso, ahora que no se requieren tantos recursos para controlar los pequeños brotes alrededor del mundo, la gestión pública debe orientar esos recursos económicos para fortalecer los sistemas de salud existentes, construir hospitales y adquirir tecnología; de manera que pueda abastecer de salud a la población sin que la condición social o económica sea una limitante. Avisados estamos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Maurizio Cavani es biólogo computacional. MSc. UPCH