El desgobierno de Castillo ha encontrado en los llamados “Gabinetes descentralizados”, un intento de paliativo político para la descomposición (producto del cuoteo y la corrupción) y la metástasis de ineptitud que tenemos frente a nuestros ojos.
Así, a los casos de Huancayo y Cusco (sin resultado positivo y con un costo altísimo para el turismo), se ha sumado el derrumbe de una de las paredes en Kuélap, que supondrá (ya lo adelantó el presidente) otro cónclave ministerial.
Deberíamos esperar entonces que lo propio ocurra en el caso del corredor minero del sur (donde las autoridades, que a la vez son azuzadoras, no mueven un dedo por la presencia ilegal de comuneros en Las Bambas y que desde ayer volvió a parar operaciones).
En el caso de Cuajone, el “Gabinete descentralizado” seguramente se instalará tras los actos de violencia que probablemente ocurran luego de que los trabajadores mineros salgan en defensa de su derecho al agua y al trabajo.
Pero, vamos. Me quedo corto. El Gabinete también debería reunirse en Migraciones (donde el olor a corrupción se extiende) para solucionar el tema de los pasaportes ante el maltrato inaceptable a las personas. También en Reniec. O en el MTC. O en el Minsa, por la ralentización de la vacunación. O en el MTPE, donde una ministra tiene no solo la “brillantez” de declarar legal una huelga de controladores aéreos en Semana Santa, sino de encarecer aun más la contratación laboral formal.
Y por qué no otro “Gabinete descentralizado”, digo yo, en la propia PCM para detener la hemorragia verbal de su titular y su asedio a la prensa.
Pero, más allá del sarcasmo, el verdadero cónclave ministerial debería instalarse en Palacio, más precisamente en la oficina del presidente. Si quedaran dentro de ese colectivo ministerial una o dos personas que (por algo de cariño al Perú) le dijeran a Castillo que la raíz de todos los males está en él, en su incapacidad para gobernar y en su negativa a romper con el chantaje político al que está sometido por Cerrón, podríamos ver la luz al final del túnel. Pues lo que tenemos al frente no es otra cosa que el colapso del Estado; es decir, su imposibilidad para cumplir su razón de ser.
Como consecuencia de la ineptitud y la descomposición del Ejecutivo y la complicidad de la mayoría congresal, se está trasladando a la calle y a los ciudadanos la responsabilidad de pedirles que se vayan todos (por las buenas o las malas), porque son ambos poderes la causa de esta degradación.
Los más mal pensados asumen que esta situación de crisis terminal está perfectamente orquestada para una salida autoritaria extraconstitucional o para posicionar a la asamblea constituyente como opción. Considero que no son tan elaborados: ineptitud y corrupción son las respuestas.