Todo el mundo lo dice: el 2021 fue el año de la literatura africana. Escritores de dicho continente se llevaron los premios Nobel, Booker, Goncourt y Camões. Y estos honores no constituyen ni la mitad de la lista.
Las novelas premiadas el año pasado abarcan una gama muy amplia de género, estilo y perspectiva política, así como cosas más obvias, como nación, raza y etnia. Y eso es bueno. Si bien a los africanos no es necesario que se les diga que ninguna persona o libro puede representar un continente enorme, cultural y lingüísticamente diverso, los lectores de los países occidentales han tardado en comprender ese hecho.
La variedad de estos libros debería animarnos a leer más, por supuesto, pero también a leer mejor. Es una invitación a dejar de lado las ideas preconcebidas y, en cambio, adentrarse en los mundos, ricamente relatados, de africanos que todavía están averiguando qué hacer con sus historias.
Tomemos el trabajo de Abdulrazak Gurnah, cuya concesión del premio Nobel tomó por sorpresa a muchas personas. Claramente, no habían leído “Paradise” o “By the Sea”. En sus textos, Gurnah va mucho más allá de la historia de la colonización occidental, con la que la mayoría de los lectores pueden estar más familiarizados.
Eso no quiere decir que muchas novelas reconocidas el año pasado evitaran el tema. Muchos se centran en los legados violentos del colonialismo europeo. Pero los conocimientos y enfoques están lejos de ser convencionales. Por ejemplo, “At Night All Blood Is Black”, de David Diop, ganador del International Booker, trata sobre la historia de los soldados africanos franceses en la Primera Guerra Mundial. De esta manera, Diop les pide a los lectores que aprendan cosas nuevas y las sientan.
Debido a que los escritores africanos son conscientes de las probabilidades en su contra por las historias de mala representación (una visión de África salvaje, exótica y poco moderna), la mejor literatura africana construye escenarios aptos para cualquier persona del mundo. Equilibra cuidadosamente lo universal con lo particular o lo local con lo global para hacer justicia a los lugares reales sin abandonar las pretensiones del arte por sí mismo.
Leer estos libros con la mente abierta es tomarlos en serio como literatura y no como textos planos que confirman la falsa idea de que África es incognoscible. Además, la escritura africana publicada el año pasado entretiene al menos tanto como instruye. Unos buenos ejemplos de esto son los libros “The Madhouse” y “The First Woman”.
El gran año de la literatura africana es un ajuste de cuentas. Durante demasiado tiempo, los principales premios occidentales han ignorado el trabajo que surge del continente, e incluso los ganadores de los premios se encuentran con un mundo editorial sesgado en su contra. Pero también es una invitación a los lectores a abrirse a las muchas variaciones de la ficción africana y ver qué nuevos hilos de conexión pueden encontrar.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times
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