En su artículo “En la duda, abstente” (El Comercio, 9 de mayo), Alfredo Bullard critica el control de fusiones indicando que no existe data sobre su aplicación. Los datos, sin embargo, son numerosos. Estudios demuestran que tras su aplicación en muchos países no se ha generado reducción en sus niveles de inversión, todo lo contrario, y que su atención no ha desincentivado los naturales cambios estructurales en los mercados.
En su mayoría las empresas acuerdan con el equivalente al Indecopi en cada país medidas para evitar que sus fusiones formen monopolios. Eso hacen los sistemas que protegen el libre mercado. Así ocurrió en las recientes fusiones de LAN-TAM (Chile), American Airlines-US Airways (Estados Unidos) o Douwe Egberts-Mondelēz (Europa). ¿Alguna de estas empresas dejó de tener “confianza” en sus regulaciones y disminuyó sus inversiones? Claro que no. Todas hoy las han intensificado.
Esos sistemas entendieron que un mercado monopolizado reduce los incentivos para invertir y mejorar la oferta de bienes y servicios. Imagínese usted asesorando a una empresa o decidiendo sobre el futuro de la suya, habiendo dos países para elegir, en uno pocas empresas tienen un fuerte poder de mercado difícil de desafiar, mientras que en el otro el mercado es competitivo y de reducidas barreras comerciales. ¿Elegiría usted acaso al primero?
Una sociedad es democrática y su economía libre si la libertad es protegida no solo de los actos estatales desmedidos, sino también de aquellos actos privados que la restringen por igual. Si usted es espectador de una carrera de autos donde cada cierto tiempo los que luchan por el primer puesto deciden unirse, desacelerar y dejar de competir, ¿le interesaría aún? Esa velocidad es el dinamismo de la libre competencia que debe garantizarse en beneficio de los inversionistas y los consumidores.
Basta revisar su aplicación en otros países para apreciar que las fusiones hoy se presumen positivas, salvo se pruebe lo contrario. Ello brinda seguridad que agencias como el Indecopi solo podrá condicionar casos en que se pruebe que ocurrirán graves daños a la competencia. No es posible asumir que se actuará sin razones técnicas, más aun cuando hace más de 20 años dicha entidad aplica análisis de mercado con principios obtenidos de regulaciones de control de fusiones.
Que los monopolios traigan el germen de su propia destrucción es cierto siempre que no existan barreras comerciales que desalienten el ingreso de competidores. El problema no es de barreras burocráticas (lo que es bueno reducir), sino la posición monopólica creada por una fusión en mercados donde por más que no existan tales barreras nadie quiera invertir. Mezclar papas con camotes es una mala costumbre de quienes pretenden generar una irracional desconfianza sobre la regulación.
Por ser una herramienta de promoción y protección del libre mercado es que instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la OCDE o el premio Nobel de Economía Paul Krugman han recomendado su aplicación en el Perú. De hecho, el propio Bullard escribió, en un artículo de 1994, “La legislación antimonopolíca y el mito del muro de Berlín”, publicado en la revista “Themis”: “...las fusiones pueden no generar mejoras en la eficiencia y ser solo mecanismos de reducir la competencia. En tales supuestos, deberían eventualmente ser prohibidas”. ¿Dónde quedó entonces el doblar de esas campanas?