Desde su fundación en 1904, la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) ha estado controlada por una burocracia que se ha reproducido con poca transparencia y constantes denuncias por abuso de poder. Para entender mejor las acusaciones de corrupción y detención de siete de sus altos funcionarios por parte de la justicia estadounidense, es necesaria una lectura de su larga historia.
Antes de la existencia de la FIFA, fueron los ingleses quienes establecieron el fútbol como un deporte diferenciado de otros juegos de balón que se practicaban en diversas sociedades del siglo XIX. Así, los ingleses definen las reglas universales del juego, promueven los clubes como las formas asociativas e, incluso, organizan el primer torneo: la Copa Inglaterra 1871. Sin embargo, serían otros siete países europeos, liderados por Francia, los que organizaron la FIFA y atrajeron a Inglaterra para regular los torneos internacionales donde se disputaran las rivalidades deportivas nacionales.
Desde entonces, el dominio de la burocracia deportiva europea no ha cambiado mayormente, aunque sí ha incorporado aliados de otros continentes a la organización. La primera sede de la FIFA fue en París, luego se trasladó a Ámsterdam y, en 1932, se estableció en Zúrich, donde permanece hasta hoy. De los ocho presidentes que ha tenido la FIFA, tres han sido ingleses, dos franceses, uno belga, uno suizo y uno brasileño. La mayoría ha tenido largos períodos de gobierno, como Jules Rimet, quien permaneció 33 años en el cargo. Havelange y Blatter le siguen con 24 y 17 años.
La expansión de la FIFA ha seguido la estrategia de afiliar en forma progresiva a federaciones nacionales y regionales de distintas partes del mundo. La afiliación implica aceptar la autoridad de la FIFA como condición para que un país pueda participar en las competencias. Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Fricciones y desacuerdos han habido, como entre la burocracia de Zúrich y la Confederación Sudamericana en varios momentos. También con los países africanos por la tolerancia de la FIFA al apartheid en Sudáfrica.
La Confederación Sudamericana, fundada en 1916, es la asociación continental más antigua del mundo. La afiliación a la FIFA ha sido también temprana: Argentina y Chile en 1912, Brasil y Uruguay en 1923 y el Perú en 1924. Más aun, la primera Copa del Mundo se jugó en Uruguay en 1930, por el centenario de la independencia de este país. Y de 1950 al 2014 se han jugado otros seis mundiales en América Latina. Sudamérica, consciente de su fortaleza, en varios momentos ha reclamado mayor participación en las decisiones y mejor distribución de los beneficios. La FIFA ha cedido parcialmente y la elección del brasileño Havelange como presidente (1974-1998) fue parte de esta lógica de transacciones, cooptaciones de dirigentes e incentivos poco transparentes, como lo denunció entonces la prensa brasileña.
Esta lógica parece haberse radicalizado en forma mafiosa y escapado de todo control durante el período de Blatter, justo los años en que el fútbol se convierte en una industria transnacional que produce ingentes cantidades de dinero. Los sobornos e incentivos para renovar las dirigencias, obtener los contratos de transmisión de las competencias y definir las sedes de los mundiales están ahora bajo la lupa. Esta historia no es totalmente nueva, aunque ahora sus consecuencias son impredecibles.