Mientras escribo esto, una avalancha de opiniones y críticas inunda las redes sociales debido a la ausencia de Renato Tapia en la selección que jugará la Copa América. Al mismo tiempo, en Lambayeque, el Décimo Juzgado de Investigación Preparatoria de la Corte Superior de Justicia ha declarado fundado un pedido de embargo preventivo de los bienes del señor Agustín Lozano, presidente de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), por supuesto enriquecimiento ilícito durante su gestión como alcalde de Chongoyape.
La conclusión es que de Agustín Lozano oímos hablar, ya sea por su situación judicial o por su pésimo manejo de la FPF.
Pero esta columna tiene como única pretensión poner por delante lo objetivo y no la efervescencia futbolística que casi siempre nos hace olvidar o nos da un respiro frente a otras cosas bastante más graves.
Es grave, por ejemplo, que hayamos normalizado que la Videna sea otro epicentro de corrupción en nuestro país. En los últimos meses, este recinto ha sido allanado al menos en tres ocasiones debido a que Lozano y otros 12 directivos serían integrantes de una presunta organización criminal dedicada a los delitos de administración fraudulenta, extorsión y coacción. Nada menos.
¿Cómo sobrevive una gestión así de acá hasta el 2025? O, mejor dicho, ¿nos hemos olvidado de que la Videna viene resistiendo a la corrupción desde hace varios años? ¿No recordamos ya que Lozano asumió temporalmente como presidente de la FPF en el 2018 cuando Edwin Oviedo, quien en ese momento se desempeñaba en dicho cargo, fue detenido por el Caso Los Cuellos Blancos del Puerto?
Durante ese interinato, Lozano fue acumulando denuncias, pero, sobre todo, ganas de seguir controlando la entidad y de ratificarse en el 2021 en el cargo. Y lo logró a través de unas elecciones con una lista única, cuestionadas, sin competencia y con un sistema con problemas de base. Esa es la gran traba, además de los estatutos y de las ligas departamentales. Aquellos que conocen cómo se maneja el fútbol en provincia saben de lo que hablo. Pero parecen resignados y bastante cómodos, por decir lo menos. Mientras esto siga así, primarán los intereses personales sobre la transparencia y eficiencia de la FPF.
El fútbol no es solo un negocio rentable, es también una ventana de oportunidades y, si esa no es la visión, entonces estamos engañados porque el “recambio generacional” con el que tanto soñamos y que tanto pregonan jamás llegará.
A Agustín Lozano le queda poco menos de un año en el cargo, si es que no dictan alguna medida restrictiva en su contra por alguno de los procesos abiertos que tiene. Pero el buen fútbol y la reivindicación en la decencia de la gestión de la FPF aún tendrán que esperar varios años más. Que nuestra indignación no sea reactiva, que la situación de Renato Tapia sea una muestra más que nos convenza de que el manejo chicha en las instituciones más importantes del país tiene que acabar.
A Tapia, a quien no conozco, pero respeto como hincha, le deseo lo mejor y quiero decirle que suscribo lo que en algún momento publicó en un mensaje que decía: “un país que le exige más a un futbolista que a una autoridad está condenado a la mediocridad”.
Nos deseo siempre lo mejor porque somos grandes.