La mañana del pasado martes, el director general de El Comercio, Francisco Miró Quesada Cantuarias, falleció a los 100 años de edad. (Foto: GEC)
La mañana del pasado martes, el director general de El Comercio, Francisco Miró Quesada Cantuarias, falleció a los 100 años de edad. (Foto: GEC)
Augusto Ferrero

De familia longeva, fue el primero de sus miembros en llegar a los 100 años. Un acontecimiento que pudimos festejar cálidamente con él en El Comercio, acompañados por su esposa Doris, sus hijos, sus demás parientes, sus compañeros de trabajo y sus amigos. Su padre, Racso, vivió hasta los 97 años, y su tío Luis y su primo Alejandro hasta los 95.

Lo conocí hace sesenta años, cuando viajamos juntos en el asiento posterior de un carro que manejaba mi padre, con Racso en el asiento delantero. Lo frecuenté años después con su hija Martha para invitarlo a una conferencia en una asociación cultural en la que maravilló a la concurrencia con su brillantez y su modestia. Cabe recordar que sus artículos sobre la teoría de la relatividad llegaron a manos de Albert Einstein, quien le dirigió entonces una carta expresando su asombro por el dominio que el ilustre peruano evidenciaba sobre el tema. Tanto Racso como Paco, parafraseando a Ortega y Gasset, llevaron la filosofía al periódico en su generoso afán de extenderla a los lectores, siendo el primero director general de El Comercio por un año hasta su muerte y el segundo por 11 años hasta su fallecimiento. También resulta fundamental resaltar en la cultura peruana al hijo del homenajeado, Francisco Miró Quesada Rada, quien emuló a su padre como periodista y director de El Comercio, un cargo que ejerció durante cinco años, destacando su calidad multifacética que responde a su condición de hombre sabio, sencillo y vigoroso.

Pocos años después, cuando nos preparábamos para el ingreso a la universidad, tuvimos una duda con mis amigos y recuerdo que llamé por teléfono a Paco, como familiarmente lo conocimos, que aclaró todas nuestras disquisiciones en relación con el curso de lógica.

Cuando cumplió 70 años, tuvimos el privilegio de homenajearlo, haciendo ver cómo estuvo familiarizado desde pequeño con el conocimiento dada su precocidad. Su historia es la del desarrollo del saber.

Dirigió desde hace más de cuarenta años el suplemento El Dominical de El Comercio. Dentro de su larga trayectoria, destacó la labor que desempeñó en la Academia Peruana de la Lengua, habiendo publicado la agencia Efe un libro titulado “Grandes plumas”, en el que aparecen artículos suyos junto con otros de Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Camilo José Cela, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

En 1991 recibí su libro “Ratio Interpretandi” junto a una tarjeta con la siguiente dedicatoria: “Querido, Augusto, por fin te envío el bebe con el que te había amenazado tantas veces. Un abrazo”. Cuál sería mi sorpresa al encontrar en la segunda página del libro que la edición impresa estaba dedicada a mí: “A Augusto Ferrero Costa, gran jurista, dilecto amigo, hombre justo”. Quedé emocionalmente impactado y sensiblemente muy agradecido.

Recibió la condecoración de Amauta, que es la más alta que otorga el Perú a las personas dedicadas a la enseñanza y la cultura. Para honra de nuestra patria, fue presidente de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía.

Al poco tiempo Paco fue incorporado como miembro de número a la Academia Peruana de Derecho. Nos dijo que nunca imaginó que algún día sería miembro de esta institución, cuyos integrantes eran todos reconocidos juristas.

Hace cinco años, durante mi presidencia, lo incorporamos a la Academia Peruana de Ciencias Morales y Políticas. En todas aquellas ocasiones, se mostró orgulloso, satisfecho y agradecido. Nos había tocado, además, dar el discurso de orden en su celebración cuando cumplió 90 años.

Una vez descubrí un saxofón colgado en su departamento, y le conté que mi hijo Lorenzo, entonces de 18 años, se dedicaba a dicho instrumento. Me pidió conocerlo. Lo llevé y quedó extasiado con su iniciativa y versatilidad.

Hace dos años, cuando presenté mi libro “Napoleón ¿Un emperador para el Perú?”, Paco me honró con el prólogo que exaltaba mi obra y me felicitaba por ella, calificándola de extraordinaria, y que prologaba extendiendo su admiración a mi vocación histórica.

Finalmente, en el libro de su centenario, analizamos su voluminosa obra escrita durante su larga vida. La recopilación abarcaba desde su primera contribución en 1936 hasta los trabajos publicados en la década pasada referidos a filosofía, lógica, ética, derecho, filosofía política y religión.