Friaje hay todos los años y siempre es igual de insuficiente e inoportuna la acción del Estado, sea cual sea el Gobierno de turno. Sería fácil echarle la culpa a la ministra Marcela Huaita, una profesional honesta, eficiente y responsable. Pero creo que la explicación va más allá, y muestra de manera descarnada la debilidad del Estado y del mercado en el Perú. Hay tres problemas que afectan la gestión pública de manera preocupante. En primer lugar, el aparato del Estado se ha modernizado, pero de manera desigual. Hay islas de modernidad, sin embargo, muchas de las instituciones que atienden a los más pobres, sea en Lima o en provincias, están demoradas en este proceso. Ahora es el friaje, pero igual es la falta de medicamentos en las postas; los hospitales más alejados tienen mínimo equipamiento; las escuelas rurales a menudo no tienen techo, bancas, agua; y los maestros bilingües son contados con los dedos de la mano. Los servicios públicos no tienen calidad, y el friaje es la mejor demostración de un Estado social congelado.
Otro gran problema es tener un Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) con burócratas muy calificados, pero que no confían en los funcionarios de los ministerios sociales y, menos aún, en los funcionarios de los gobiernos subnacionales. Es posible que tengan razón para no confiar, porque los sectores sociales son, precisamente, los más afectados por la cuota política; es decir, el pago que los gobiernos hacen a sus militantes por su apoyo político, pago que en lugar de la meritocracia protege la obsecuencia. Por eso, para que el MEF pueda soltar el dinero, exigen tal cantidad de trámites y visados (casi medievales) que, lejos de reducir los márgenes de la corrupción, aletargan y complican los procesos, lo que descuida la urgencia y la calidad de la acción.
Finalmente, en la parte del mercado, hay que mencionar a los proveedores, ese sector de empresarios/comerciantes que van andando por las calles a medias, entre la formalidad, la informalidad y la delincuencia. Cambian de logo y de razón social a la criolla, y no reciben mayor sanción si abandonan un compromiso de trabajo, sea un hospital, un puente o frazadas para el friaje anual. Son los eternos proveedores que pueden volverse a presentar a las licitaciones sin problema. Es difícil identificarlos, ya le fallaron a Qali Warma en otra oportunidad, y hoy le fallan al Ministerio de la Mujer, haciéndoles pasar tan mal rato a los funcionarios responsables y, sobre todo, a las familias víctimas del friaje.
Las lecciones que salen de este nuevo friaje desatendido van por el lado de fortalecer los ministerios sociales, reducir tanto trámite que desalienta la inversión y fortalecer la competencia en el mercado, ayudando a los empresarios informales a formalizarse sin que esta decisión les signifique una pesadilla. Hay que continuar y profundizar los cambios hechos. Los próximos gobernantes deben prepararse para modernizar todo el Estado, el mercado y mejorar la gestión pública. Pobreza es más que frío. Es desnutrición, anemia infantil y embarazo adolescente, indicadores que hoy presentan valores crecientemente preocupantes, poco dignos para un gobierno que se dijo llamar de la inclusión.