De vez en cuando, la industria del entretenimiento puede exponer irregularidades institucionales de una manera que ninguna investigación periodística puede hacer. Basta con ver el impacto de películas como “Todos los hombres del presidente” al poner de relieve la corrupción política en el escándalo del ‘Watergate’, o “Spotlight”, que denunció abusos de la Iglesia. Recientemente, un docudrama televisivo británico llamado “Mr. Bates vs. The Post Office”, emitido a principios de enero, ha demostrado ser igualmente explosivo. El drama televisivo utilizó actores profesionales para recrear una de las mayores injusticias de la historia del país, lo que se conoce como “el escándalo de la Oficina de Correos”.
El caso que rodea a la Oficina de Correos, de propiedad estatal de Gran Bretaña, y otros incidentes recientes similares de malversación del sector público en otros países democráticos han erosionado la confianza en las instituciones estatales. Para ir más lejos, una crisis institucional de la magnitud del escándalo de la referida oficina plantea dudas sobre la capacidad de las democracias liberales para garantizar el trato justo de sus ciudadanos cuando las organizaciones públicas pueden actuar de forma autocrática y aparentemente por encima de la ley.
La difusión del escándalo de la Oficina de Correos ha sacado a la luz pública, algo tardíamente, una historia de incompetencia criminal institucional, aliada a la negligencia gubernamental que data de 1999, bajo el gobierno laborista de Tony Blair. Sin embargo, los tres principales partidos políticos tienen una parte de la culpa, así como la exjefa de Correos Paula Vennells, que este mes devolvió su título como CBE o comandante de la Orden del Imperio Británico. El caso implicó el enjuiciamiento injusto de más de 900 trabajadores postales por fraude y robo. Debido a la deplorable supervisión del gobierno, la Oficina de Correos pudo utilizar el sistema de acusación privada de Gran Bretaña para acusar a sus trabajadores, evitando la participación de la policía y los fiscales. Mientras tanto, la Oficina de Correos seguía afirmando que su sistema informático era fiable. Ahora, descubrimos que las fallas del sistema se conocían ya desde el 2003, pero los trabajadores postales continuaron siendo procesados hasta el 2015.
La decisión de la Oficina de Correos de castigar a los trabajadores postales, en lugar de culpar a su sistema privado Horizon –nombre dado a la red informática diseñada por la multinacional japonesa Fujitsu– pone de manifiesto un peligroso error jurídico cometido en muchas democracias liberales: que mientras los sistemas informáticos se consideran infalibles, los trabajadores públicos que se enfrentan a un proceso judicial basado en pruebas producidas por esos mismos ordenadores se presumen culpables hasta que puedan demostrar su inocencia. Esta indebida presunción de culpabilidad tuvo consecuencias trágicas en Gran Bretaña. Cientos de vidas fueron arruinadas: muchos se enfrentaron al colapso financiero y otros fueron encarcelados; al menos cuatro murieron por suicidio. Debido a los retrasos crónicos en el sistema legal británico, la mayoría de los acusados falsamente todavía está esperando una compensación financiera o que sus casos sean anulados. La policía está investigando ofensas de perjurio y de obstrucción de la justicia relativas a la investigación realizada por la Oficina de Correos. Hasta el momento, ningún funcionario de la Oficina de Correos ni de Fujitsu ha sido acusado por el escándalo. En respuesta a la furia pública, el Gobierno Británico ha anunciado planes para exonerar e indemnizar a los condenados. Esto le costará al ciudadano contribuyente alrededor de un billón de libras. Esto no excusa el hecho de que se necesitaron más de 20 años para provocar la indignación pública por un abuso sistemático del sistema de justicia penal y las libertades civiles. A diferencia de los estados autoritarios, el poder de las instituciones estatales en las democracias liberales está controlado por un Poder Judicial independiente. Pero el escándalo de la Oficina de Correos pone de relieve hasta qué punto ese sistema legal, diseñado para hacer que la élite burocrática rinda cuentas, ha demostrado ser inadecuado. Entonces, ¿qué se puede aprender de un escándalo que ha marcado el buen nombre de una de las instituciones públicas más importantes y confiables de Gran Bretaña? Por un lado, pone de relieve la necesidad de un gobierno corporativo más estricto, así como de una prensa libre para examinar las instituciones públicas y hacer rendir cuentas a los burócratas. El hecho de que haya sido necesario un drama televisivo para poner de relieve un error judicial a una escala tan masiva no hace más que poner de manifiesto la necesidad de una mayor vigilancia.
La crisis de la Oficina de Correos de Gran Bretaña es una advertencia a las democracias liberales para que vigilen activamente las instituciones estatales a fin de evitar que adopten prácticas autoritarias que socaven la fe de la gente en el Estado de derecho y, en última instancia, en la democracia misma.