"Una crisis de gobernabilidad y la consecuente inestabilidad política podría tener repercusiones en la aprobación del Parlamento y del fujimorismo que lo controla". (Foto: Archivo El Comercio
"Una crisis de gobernabilidad y la consecuente inestabilidad política podría tener repercusiones en la aprobación del Parlamento y del fujimorismo que lo controla". (Foto: Archivo El Comercio
David Sulmont

La reacción del Gobierno y el despliegue de los recursos estatales frente a las emergencias causadas por costero le otorgaron al presidente una segunda ‘luna de miel’ en la opinión pública. Según Ipsos, la aprobación presidencial pasó de 32% en marzo de este año a 43% en abril y mayo.

En las últimas semanas esta ‘luna de miel’ parece haberse agotado y la confrontación entre la oposición fujimorista y el Gobierno se ha reactivado donde parecía haber quedado en febrero. La primera víctima de ello ha sido , uno de los integrantes más ‘políticos’ del Gabinete Zavala. El mal manejo del caso del aeropuerto de es una herida autoinfligida que ha debilitado al Gobierno, envalentonando los ánimos opositores del fujimorismo, algunos de cuyos voceros han pedido incluso que Vizcarra renuncie a la vicepresidencia.

La próxima interpelación del ministro del Interior, , tendrá que ser enfrentada por un gobierno que ya ha perdido tres ministros, entre ellos dos de sus cuadros más destacados y reconocidos por la opinión pública: Saavedra y Vizcarra. La débil (tanto en números como en cohesión) bancada de Peruanos por el Kambio no parece ser un muro de contención suficiente para detener la arremetida fujimorista. Quedará entonces en manos del fujimorismo decidir hasta dónde querrá poner contra las cuerdas al Gobierno.

Algunos factores podrían atenuar la confrontación entre el Ejecutivo y la oposición fujimorista. Por un lado, una crisis de gobernabilidad y la consecuente inestabilidad política podría tener repercusiones en la aprobación del Parlamento y del fujimorismo que lo controla. Sectores radicales del fujimorismo podrían estar tentados en forzar la crisis política, pero atizarla en un momento de dificultades económicas y demandas sociales asociadas a la reconstrucción puede convertirse en un búmeran político. El Parlamento no es el poder del Estado más popular y en otras ocasiones el fujimorismo ha mostrado ser sensible a moderar su oposición cuando ve que los vientos de las encuestas soplan en contra. Para el fujimorismo, mantener al Ejecutivo contra las cuerdas sin darle el golpe definitivo puede ser una forma de mostrarse “responsable” y a la vez “fuerte” ante la opinión pública, incrementando así su influencia en vistas a las elecciones municipales y regionales del 2018.

Otro factor es que el Gobierno haga más claras sus intenciones de jugar sus cartas constitucionales para enfrentar una crisis con el Parlamento: si el fujimorismo quiere “cargarse” a otro ministro (como Basombrío), se puede hacer cuestión de confianza y forzar la renuncia de todo el Gabinete, poniendo al Parlamento “en capilla” si el fujimorismo quiere seguir debilitando al siguiente Gabinete. Sin embargo, el Gobierno no usó ese recurso durante la interpelación de Saavedra y hoy en día se encuentra en una posición de mayor debilidad y desgaste.

El tercer factor de contención es que el Gobierno logre generar respaldos mayores en la opinión pública, determinados líderes de opinión y actores claves (como el empresariado), pero para ello tiene que mostrar que es capaz de producir resultados visibles y de contar con buenos políticos que se compren el pleito y defiendan activamente las iniciativas gubernamentales en diferentes espacios: el Parlamento, los medios y la calle. El activismo durante la emergencia trajo réditos políticos, pero el manejo más cotidiano del Gobierno vuelve a sacar a relucir las deficiencias estructurales del Estado Peruano y de la clase política, como ha sido evidente en la mala gestión del Caso Chinchero.

La mejora en la imagen del Gobierno durante la emergencia se debió a que el Estado mostró capacidades y recursos que antes no se tenían: mayor coordinación a través del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN); capacidades logísticas de las Fuerzas Armadas; recursos presupuestales. Pero desarrollar ese tipo de capacidades en otras áreas del Estado no se hace de la noche a la mañana, además requiere de una clara voluntad de ir en esa dirección, cosa que no resulta del todo evidente en este momento.

El Gobierno entra nuevamente en una etapa complicada que muestra las debilidades que siempre tuvo y no queda claro de dónde podrá sacar mayores fortalezas en el corto plazo.