Anne-Marie Slaughter

En su discurso sobre el Estado de la Unión del 2022, el presidente de los , Joe Biden, acusó a su homólogo ruso, Vladimir Putin, de buscar “sacudir los cimientos del ” con su invasión a . Putin creía que su ataque contra Ucrania se encontraría con poca resistencia, pero, proclamó Biden, “el mundo libre lo está responsabilizando [por ello]”.

Cuando Biden pronuncie su próximo discurso sobre el Estado de la Unión el 7 de febrero, lo más probable es que promocione todas las formas en las que el “mundo libre” ha seguido apoyando a Ucrania y castigando a Putin. Los países de la OTAN y sus socios en todo el mundo han entregado cantidades masivas de armas y otros suministros a los combatientes ucranianos, mientras absorben a millones de refugiados. Esos mismos países han mantenido, e incluso aumentado, las sanciones contra .

El orgullo de Biden por la respuesta de su administración a la agresión de Rusia, que pronto incluirá la entrega de tanques M1 Abrams a Ucrania, está justificado. Su determinación de revitalizar las alianzas y asociaciones, y cooperar estrechamente en todas las decisiones importantes es impresionante.

Pero ¿qué constituye exactamente el “mundo libre” y cuán claramente puede ser diferenciado del mundo “no libre”? ¿Es el apoyo a Ucrania en su lucha contra Rusia una prueba de fuego justa para determinar quién pertenece a qué categoría?

En cierto sentido, Ucrania está indudablemente en la frontera del mundo libre. Acciones rusas como las de torturar y matar a soldados y civiles, destruir hogares e infraestructura crítica u obligar a la gente a escapar de los bombardeos son ataques flagrantes a la . Y su objetivo final –la conquista de un país independiente, la absorción de su territorio y la anulación de su identidad nacional– representa la negación misma de la libertad.

Pero la tiranía y la conquista no son las únicas formas de falta de libertad. En sus memorias del 2021, el economista ganador del Premio Nobel Amartya Sen cuenta la historia de un jornalero musulmán que fue atacado fatalmente por una turba hindú en 1944. Sen escribe: “el incidente dominó mis pensamientos durante mucho tiempo y llegué a reconocer el enorme alcance de la pobreza al robarle a una persona todas las libertades”.

Sobre la base de esta idea, Sen, con la ayuda de la filósofa Martha Nussbaum, concluyó que los líderes y los responsables políticos deberían perseguir “una visión del desarrollo como un proceso integrado de expansión de las libertades sustantivas que se conectan entre sí”: libertades políticas, recursos económicos, oportunidades sociales, garantías de transparencia y seguridad protectora. Todas estas libertades permiten a los seres humanos expandir sus “capacidades” para “llevar el tipo de vida que valoran”.

Según esta medida, señala Sen en su libro “El desarrollo como libertad”, las democracias desarrolladas del mundo libre son el hogar de millones de personas no libres, personas cuyas capacidades se ven atrofiadas por factores que van desde la pobreza y los bienes públicos inadecuados hasta la marginación política y social. Reconocer esta realidad no significa aceptar que existe una compensación necesaria entre la libertad política y el crecimiento económico, como los líderes chinos y otros gobernantes autocráticos han insistido a menudo. Sin embargo, complica la distinción entre los mundos “libre” y “no libre”.

La India, el país de origen de Sen y la democracia más grande del mundo, es un buen ejemplo. Cuando el primer ministro Narendra Modi llegó al poder en el 2014, la India era clasificada como “libre” en el ránking anual de países de Freedom House, y permaneció así hasta el 2020. Ahora se clasifica como “parcialmente libre”, ante el fanatismo anti musulmán y el aumento de las a los derechos y libertades civiles.

La India se ha negado a ponerse del lado de Rusia o de la OTAN en la guerra de Ucrania. Se ha acercado cada vez más a los Estados Unidos, Japón y Australia a través del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, pero ha aumentado constantemente sus importaciones de petróleo desde Rusia, que ahora es su principal proveedor. El general retirado estadounidense David Petraeus recordó recientemente que le dijo al ministro de asuntos exteriores de la India, Subrahmanyam Jaishankar, que, como miembro del Quad, la India debe “elegir entre Oriente y Occidente”. Jaishankar respondió: “general, hemos elegido. Y hemos elegido a la India”.

En opinión de Jaishankar, la guerra de Ucrania podría permitir que más países se elijan a sí mismos. Predice que el conflicto transformará un orden mundial que sigue siendo “profundamente occidental”, en el que “los problemas de Europa son los problemas del mundo, pero los problemas del mundo no son los de Europa”.

La India no está sola. Países de África, Asia y América Latina se negaron a votar para expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en abril pasado. Culpan a las sanciones occidentales tanto como a la agresión rusa por el aumento de los precios de los alimentos y la energía que continúan causándoles tremendas dificultades.

Si desea hablarle a una audiencia verdaderamente global, Biden debería considerar dejar atrás la definición del siglo XX del “mundo libre” y abrazar la libertad de muchos tipos diferentes. Estados Unidos y sus aliados están luchando para liberar al pueblo ucraniano de los grilletes de la conquista, la dominación, la pobreza, el hambre, la ignorancia, los prejuicios y las privaciones. Buscaremos aliados donde podamos encontrarlos en todos estos frentes.

–Glosado, editado y traducido–

Project Syndicate, 2023

Anne-Marie Slaughter es CEO de New America. Columna especial de "The New York Times"