Santiago Bedoya

El 26 de junio del 2024, los , en el curso de lo que prometía ser un miércoles más, vieron su jornada disrumpida por un fenómeno común en la historia de la nación altiplánica un pronunciamiento militar.

Desde su independencia en 1825, nuestro vecino andino ha visto cerca de 190 , intentos de golpe, revoluciones y demás interrupciones a un caracterizado por una notoria e histórica fragilidad institucional. Lo sucedido ayer, por más exótico que pueda parecer para observadores internacionales, en especial aquellos fuera de la región, no es nada más que un triste elemento más en la cotidianeidad de la vía política de Bolivia.

Para nosotros, vecinos regionales, tampoco es una realidad impensable. Hace menos de dos años, el entonces presidente intentó, y de forma bastante mediocre, llevar a cabo un intento de replicar, casi palabra por palabra, el de Estado de 1992 de Sin embargo, los sueños dictatoriales del profesor chotano fueron frustrados poco después de una hora tras su mensaje televisado, siendo arrestado mientras su familia término en la embajada mexicana en Hasta el general este miércoles, durante sus 4 horas de delirio sin duda inspirado por la larga tradición de dictadorzuelos militares que ha sufrido su país, logro vencer el récord de Castillo. Terminando en el mismo lugar: el más rotundo fracaso.

Sin embargo, a nivel regional, por no decir necesariamente internacional, algunas de las respuestas al fracaso del general Zúñiga dejan mucho que desear y hasta dan razones para tener dudas sobre el compromiso de figuras por toda La senadora colombiana, María Fernanda Cabal, representante del uribismo en dicho país, público un tuit alentando los esfuerzos golpistas del general Zúñiga, solo para borrarlo minutos más tarde. En los cuadrantes de la derecha peruana en la red social, cuadrantes que confieso frecuentar con cierta regularidad, pululaban y seguramente hoy pululan mensajes de aliento similares.

Aquí me puedo ahorrar palabras: esto es preocupante. Por más desagrado que uno pueda tener para con y el , negar el origen legítimo y popular de su gobierno sería intentar tapar el sol con un dedo. En el 2020, Arce y el MAS se irguieron como ganadores de la contienda electoral tras el caos del último e ilegitimo intento de reelección de , contando con el 55% del respaldo electoral. En el segundo lugar quedo el centrista Carlos Mesa, por debajo del 28%. En el legislativo, el MAS mantuvo a sus 21 senadores (de un total de 36), mientras que logró aumentar su mayoría en la cámara baja por ocho diputados, logrando 75 de los 130 escaños.

Con arcadas y demás, dudar de la legitimidad del gobierno de Arce es negar la realidad.

La negatoria de la realidad parece ser un hábito casi deportivo para amplios segmentos de la derecha de la región, cosa que desafortunadamente parece augurarnos la condena a estar jugando a la oposición, Dios sabrá hasta cuándo. Se dan alaridos a favor de la libertad y la democracia. ¿Quién no recuerda el eslogan de “¿Democracia sí, comunismo No” durante la segunda vuelta electoral en el 2021?

La defensa de la democracia, sin embargo, parece ser una cuestión exclusiva a cuando la democracia nos da los resultados que nos gustan. De aparecer un movimiento de masas, con un atractivo identitario para las mayorías nacionales y con un proceso participativo para el desarrollo de sus políticas públicas, como es el caso del MAS (recomiendo el libro “When Movements Become Parties” de Santiago Anria para entender más al respecto), parecemos capaces de justificar acciones que muchos, en especial los más jóvenes, creíamos desterradas a las décadas oscuras entre los sesenta y noventas.

Nuestras respuestas importan, y en muchos casos, nuestras respuestas preocupan. Podrá ser el MAS y Arce el día de hoy en Bolivia, pero nada hace inmune a la derecha de caer víctima de la misma dolencia. ¿No ha logrado acaso el chavismo en copar los altos mandos militares? ¿Qué garantía tiene un eventual gobierno en Caracas de caer ante ? También vale la pena mirarnos al espejo. ¿No fueron nuestras las que facilitaron el ascenso de al poder? ¿No es aquel el punto histórico que muchos, quienes hoy cuales focas aplauden el accionar de Zúñiga, señalan como el momento en el que se jodió el Perú?

Considerando lo sucedido en Bolivia y el penoso historial de nuestra región con la injerencia de las Fuerzas Armadas en el quehacer político, la condena de lo sucedido no es suficiente, dado que la condena no ha sido la reacción intuitiva de muchos. Nuestro compromiso con la democracia en América Latina no debería de titubear ni responder exclusivamente a nuestros intereses políticos, de lo contrario, nos estamos encaminando solitos y sin ayuda al fracaso.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Santiago Bedoya es Politólogo del Centro Wiñaq