Alberto Montagne Vidal

Hace pocos días falleció en Lima, lejos de su natal Trujillo, el abogado y jurista y su partida ha privado al foro y a la magistratura peruana de uno de sus más preclaros, probos, experimentados e inteligentes referentes. Provenía de rancia estirpe jurídica pues su padre fue magistrado, presidente de la Corte Superior de Justicia de La Libertad y Vocal de la Corte Suprema de la República.

Con una sólida y vasta formación jurídica, social, ambiental y hasta médica, desarrolló a lo largo de su fructífera vida personal y profesional una serie de actividades que sería muy largo enumerar pues van desde la cátedra universitaria hasta la administración de justicia en el campo fiscal.

Desempeñó con solvencia y acertado criterio asesorías en las más variadas especialidades fueran ellas penales, agrícolas, financieras, bancarias, gerenciales, marítimas, jurisprudenciales, relaciones internacionales y política exterior y en materia ambiental, entre otras más. De entre ellas caben destacar su designación, por parte de la AID, como Coordinador para la elaboración del proyecto de administración de justicia en nuestro país y también la de asesor del ministro de Relaciones Exteriores y miembro de la delegación a la cuadragésima Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993. Su amplio conocimiento de la sistematización legal le valió que el Congreso Constituyente Democrático le encargara integrar la Comisión Especial revisora del Código Penal así como asesorar a la Comisión de Simplificación Legislativa del Congreso. En realidad, reseñar en pocas líneas la proficua labor de José Gabriel podría llenar muchas páginas y de paso herir el recuerdo de su natural modestia y bonhomía.

Fue también autor de más de media docena de obras jurídicas y artículos que fueron y siguen siendo de gran utilidad a los estudiosos y especialistas en las materias jurídicas en ellos abordados y que constan líneas arriba.

En el terreno de lo personal debo decir que conocí a José Gabriel en 1991 cuando en mi condición de Subsecretario para Asuntos Especiales de la Cancillería me tocó presidir la Comisión Nacional (CNUMAD), que debía preparar la participación de nuestro país en la Cumbre de la Tierra o Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que tendría lugar el año siguiente en Río de Janeiro, Brasil, que reunió a representantes de 179 países. El concurso y aporte de ideas de José Gabriel le significó al Perú poder llevar una buena cartera de propuestas y posiciones, muchas de las cuales fueron recogidas en los documentos finales, como el Programa 21 y la Declaración de Río.

Finalmente, tuve la afortunada experiencia de haber contado con sus servicios profesionales para mi defensa frente una acusación y denuncia penal injusta que me hizo el Senado de la República (1991) en el asunto del supuesto retardo que se me atribuyó en mi condición de responsable de la Subsecretaría de Política Exterior, en el trámite de una comunicación internacional, cursada por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el entonces sonado caso de la cancelación de la compra de parte de los aviones Mirage adquiridos en Francia.

Gracias al patrocinio legal de José Gabriel, que excedió mis más ansiadas expectativas, tuve un juicio breve de poco más de dos años que concluyó con mi absolución total en dos instancias, lo cual me permitió proseguir mi carrera diplomática cumpliendo el máximo tiempo legal hasta mi retiro. Pero debo añadir, como conclusión, que esta circunstancia sirvió, más que para probar mi inocencia, para admirar su manejo del Derecho Penal, su apasionada dedicación a la justicia y a estrechar mi amistad y admiración por una persona de tan altas calidades profesionales y morales que son un ejemplo de vida. Descansa en paz José Gabriel. Alguien sigue tus pasos.