¿Con qué huaico has venido?, por Kenji Fujimori
¿Con qué huaico has venido?, por Kenji Fujimori
Kenji Fujimori Higuchi

La palabra ‘huaico’ deriva del quechua ‘wayqu’, que significa ‘quebrada’. Cuando hay lluvias, las tierras superficiales de las quebradas se vuelven inestables y se desprenden arrastrando a su paso una avalancha de lodo y rocas, un alud de destrucción. 

Aprendí de mi padre que son tres los factores importantes: avenida, cauce y desfogue. La inusual cantidad de agua en época de avenida, junto con lodo y piedras, se desboca a lo largo del cauce que con los años se ha configurado. Si el huaico dispone de un desfogue, natural o artificial, los materiales discurren sin producir daños. Cuando los grupos humanos se ponen en el camino del huaico, en cambio, se presenta la tragedia. 

Los materiales del huaico se acumulan en las partes de poca pendiente dentro del cauce y provocan que, en la siguiente avenida, el agua abra nuevos cursos. Olvidamos que en las quebradas hay alta probabilidad de huaicos. Como las lluvias se dan esporádicamente, nos sorprende el desastre. 

Últimamente se dice “el huaico se ha activado”. El asunto es que la quebrada estuvo siempre ahí. Puede ser que por mucho tiempo no discurriera por ella ni una gota e, inconscientemente, el hombre cree entonces que la quebrada se ha secado para siempre.

Por necesidad habitacional, las personas se asienta en el cauce o en sus orillas, pero llegará un año irregularmente lluvioso que las sorprenderá en sus casas. Este verano hemos visto escenas dramáticas de familias que han perdido los ahorros de sus vidas en enseres y viviendas. 

En esas circunstancias, los vecinos claman a las autoridades por auxilio. Y estas no saben qué hacer. Las autoridades políticas se hacen presentes a veces solo para declarar ante los medios y prometer ayuda. Prevención cero.

El año pasado publiqué un artículo en este Diario (“Cómo sembrar agua”, El Comercio, 18 de octubre del 2016) sobre la antigua técnica de la siembra de agua. Este mecanismo permitiría retomar el control del ciclo del agua de los Andes desde las zonas altoandinas.

El Niño de 1998 dejó como lección que las medidas preventivas tienen que ser hechas a conciencia y no a costa de elevadas sumas presupuestales. En primer lugar, los lechos de los ríos secos o con poca agua deben ser recuperados haciendo cálculos del volumen de descarga probable. 

Eso es lo que ocurrió con el río Lacramarca. Los incrédulos comentaban: ¿por qué un cauce de más de cien metros de ancho si aquí no pasa ni una gota de agua? Pero por ese cauce podían bajar 150 metros cúbicos por segundo. El dato no lo proporcionó ningún ministerio. Se recogió de los agricultores que conocían la conducta real del lecho seco. El dato no estaba errado, el torrentoso caudal pasó por donde se hicieron los trabajos de prevención. Ningún pueblo se inundó. Más bien, los aguajales de Chimbote, que rodean la Panamericana Norte, volvieron a la vida. 

En Ica ha vuelto a ocurrir ahora lo que creían poco probable. El río Ica no se desbordó esta vez, pero vino más agua de la cuenta por las quebradas. Inundó La Tinguiña y derribó las endebles casas de adobe. 

En Lima también se ha desbordado el río Huaycoloro. Ha puesto a prueba nuevamente a su gente, que de momento y por los días venideros, se encuentra en situación de verdadera emergencia. Hay que tomar medidas en favor de los damnificados. 

Es en estos momentos cuando se conoce a la verdadera autoridad política. No faltan los que esperan la declaración del estado de emergencia con el único objetivo de elegir a dedo a las empresas que harán la obra. 

Cabe preguntar: ¿hubo realmente un Niño el año pasado, o fue un pretexto para las compras directas del estado de emergencia? Cuentan los pobladores que antes solía hacerse una pregunta para conocer sobre el origen de la fortuna de una persona: ¿con qué huaico has venido?